domingo, 16 de octubre de 2011

CEMENTERIO DE PINTURAS. VII.


Alejandro despertó, sudaba mucho, tenía mucho frio. No sabía qué pasaba. De pronto, al sentarse en su cama, se quedo petrificado, de una sola pieza. Alejandro observo a Julio, con  los agujeros de bala por todas partes, las cuencas de los ojos parecían sangrarle, sus manos cortadas sangraban, su boca no paraba de sangrar, gemía, gemía, su dolor se podía tocar.
¿Julio? Pregunto Alejandro. Un gemido seguido de un movimiento de cabeza que daba a entender una afirmación, confirmo la identidad de aquella alma. Alejandro se levantó y sintió calma, mientras los ojos sangrantes lo miraban desde la orilla de la cama.
Alejandro entendió el mensaje, debía pintar esa historia en esa habitación, la única que no tenía ventanas. Alejandro ahora ya no tenía miedo, o si lo tenía, no lo sabía diferenciar del asco que le producía aquella aparición. ¿Qué es el miedo?
A partir de aquel día, Alejando empezó a pintar, a pintar, se obsesionó y se olvidó de las pinturas que servían para vivir. Soledad no lo comprendía, estaba muy abandonado y ya no quería comer, dejó de entrar en la cocina, dejó el estudio y vivía encerrado en la habitación.  
Aquel espíritu era un sueño truncado, parecía ser todos los ideales que nunca fuimos capaces de conquistar o que dejamos abandonados. Alejandro pintaba, pintaba con un gran amor, no entendía porque, era, pensaba, solo por el hecho de que tenía que pintar, contar las historias de los habitantes de la casa.
La pintura de Julio fue un autorretrato de Alejandro. La diferencia estaba en que Julio era moreno, pero por el desangramiento, su tez se volvió blanca. Las expresiones de dolor y soledad contenidas en un grito silencioso y eterno eran una muestra clara de que la pintura de Julio, era un sentimiento que se identificaba con Alejandro. Aquel pintor era una muestra viviente del dolor de abandonar los sueños a la orilla de la carretera. La pintura de Julio era una muestra de eso. Alejandro fue el único amigo de un fantasma, pues todas las noches se quedaba hablando con Julio.
Soledad se seguía sintiendo sola.
La chica, la novia de palabra de Alejandro, al ver la pintura, tuvo miedo, no entendía porque el pintor ahora plasmaba muertos. Además, se había olvidado del amor por ella. Soledad sentía que Alejandro amaba más a su obra, amaba más a la casa.
La pintura de Julio fue plasmada en un fondo gris, por lo que Alejandro decidió pintar todo el cuarto de gris, el piso, lo cubrió con pedazos de madera que pinto de rojo, simulando un lago de sangre, la sangre de Julio. En la pared que daba enfrente de Julio, pintó al escuadrón de soldados, luego, en la pared que daba a la calle, pinto al coronel con la mesa y sus instrumentos malditos. En la pared restante, un último soldado en guardia y un calendario con el mes de junio de 1982.
Aquella noche Alejandro durmió, pero en  un momento de insomnio, sintió un extraño olor, parecido al azufre. El sueño pudo más que el miedo. ¿Qué es el miedo? Pensó antes de dormir.
A la mañana siguiente, el coronel no era el coronel, era un demonio disfrazado de soldado. El miedo se hizo presente en Alejandro.

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