domingo, 7 de abril de 2013

Memorias…



En estos días, después de la Semana Santa y las anécdotas que espero contarles en los próximamente, he contemplado con asombro el dolor tan latente de Guatemala. Siempre he pensado que nuestro país debería de celebrar tres fechas a lo grande, pues las mismas nos hacen ser Guatemala, nos hacen vivir.  Por orden del calendario gregoriano, creo que el 21 de marzo debe recordarse todos los años, por el gesto de un hombre que fue llamado “caudillo”, para los quetzaltecos representa un mal recuerdo pues en dos ocasiones silenció y mutiló los sueños del Estado de Los Altos. Rafael Carrera y Turcios. El “caudillo adorado de los pueblos” el famoso  “Racaraca”, este hombre conservador híbrido con tintes liberales, funda la República de Guatemala. Dándonos una nación, antes de eso éramos en opinión personal un híbrido entre Estado de la Federación Centro América y tierra de nadie. En fin, apuremos el paso. En Septiembre de igual forma, el 15 del citado mes, debe ser un día especial en Guatemala, con marimba cohetillos y desfiles, pero no esas huelgas desordenadas y sin sentido, esas grandes marchas de mercado que se dan en Xela, eso no puede ser llamado desfile; es un gran carnaval de bandas escolares que ayudando a la identidad del país van ejecutando las notas musicales de artistas caribeños, mexicanos; sí querido lector, en vez de engalanar a la patria, toman la gasolina de Daddy Yankee y la meten en su repertorio musical. Por último en diciembre,  quizás la fecha más actual, la firma de la paz. El 29 de diciembre de 1996 se firma en el Palacio Nacional el tratado de paz firme y duradera, que terminó con un conflicto armado de 36 años que nos ha dejado grandes herencias.

La herencia más importante es la gran cantidad de heridas sin sanar, todos esos testimonios que en estos días están saliendo de nuevo a la luz, con la gran novedad de que son delante de un tribunal y que en el banquillo se encuentra José Efraín Ríos Montt. Por mucho que duela admitir, el octogenario general es una de las figuras políticas más importantes en los últimos 30 años de vida guatemalteca. Se le está juzgando por genocidio, por las matanzas en el norte del Quiché. Tan grande es este juicio que los principales diarios del mundo lo están siguiendo. Este juicio es muy importante y necesario de realizar, espero una condena en contra del general en donde se le castigue por esos crímenes, el más horrendo de ellos, quizás sea el de las personas desaparecidas, mismas que tienen familiares que pasan aún fecha de hoy sufriendo por el recuerdo de sus seres desaparecidos. Espero una condena, en serio. Pero me temo que el juicio está abriendo heridas muy profundas. Mismas que quizás eran mejor dejarlas cicatrizar. Por el bien de la justicia, espero de igual forma ver al lado contrario, a los famosos guerrilleros, sentados en el banquillo de la sala de vistas de la Corte Suprema de Justicia. Están en silencio contemplando como los militares no pueden defenderse. Pero espero en serio verlos sentados allí, por los puentes destruidos, las torres de electricidad derrumbadas, por los secuestros de gente inocente, pero sobre por todos los muertos que al igual que los militares llevan  en sus manos. Además de la bomba que colocaron e hicieron explotar enfrente del Palacio Nacional. Es cierto, eran tiempos diferentes y estaban en guerra, dirán muchas personas. Pero si en Guatemala existe justicia, yo quiero ver a los guerrilleros sentados ahí, respondiendo.

Las generaciones guatemaltecas nacidas después de la década sangrienta de los ochenta, en los últimos suspiros de un siglo altamente convulso para nuestra patria y nuestro mundo, quizás al leer el párrafo del considerando constitucional, parte de nuestra Constitución Política, en nuestra ignorante y atrevida juventud, no valoramos cada una de estas palabras, que consagran años de lucha, de lágrimas, de muerte. No se les da la importancia que deberían de tener, no solo por ser el preámbulo de la ley suprema, sino porque en cierta manera, en esas líneas se resume con una maestría clarividente, el sentimiento del pueblo guatemalteco, hastiado de violencia, de muerte y de confrontación, pero sobre todo abatido por no poder ser libre. La historia de la Constitución de 1985, es una historia que marca el inicio de un final feliz. Inicio de una era democrática, que mal que mal se mantiene ya 26 años después, y es el final de un conflicto, un derramamiento de sangre de más de tres décadas. Muchos consideran que el 29 de diciembre de 1996 se firmó la paz. Pero la verdad es otra, la Constitución sobre la cual se refunda el país en 1985, es el acuerdo común del pueblo, es la voluntad de la gente que se unió para poder soñar un mejor mañana y hacerlo realidad. “Nosotros”, es el pronombre utilizado por los constituyentes a la hora de redactar el preámbulo y es el “Nosotros” el pronombre que leemos en cada Constitución que hay en el país, en sus distintas presentaciones y en nuestros distintos mundos. Nosotros el pueblo de Guatemala, sabemos soñar.

Ante la historia del país solo puede caber el asombro, en lo personal, es enternecedor ver como ante tanta muerte, ante tanto odio  y destrucción, siempre ha estado la esperanza y el sueño de un mañana mejor. Mi generación, los nacidos en la década de los 90, debemos saber que tenemos una  misión muy importante. La misma es conocer la historia, investigarnos, entender los hechos, encontrar la verdad, pero lo más importante de todo, perdonar. Debemos conciliar y sanar heridas por medio del perdón, para que reine entre  nosotros el amor y la tolerancia. Sé que es muy difícil pero ese es el papel que debemos jugar los jóvenes, encontrar la verdad, perdonar, soñar y luego construir. La unidad del país es necesaria para poder subsanar los grandes males de la patria. No estamos hablando de guerrilleros, militares, capitalistas o comunistas; hablamos de Guatemala y debemos recordar que NOSOTROS somos Guatemala. Considero que la sangre de los mártires derramada en las montañas y en las fosas comunes. Que aquellos pensadores, esos grandes intelectuales de la patria, que cayeron en los bandos, sacrificaron su vida por un mañana mejor. DEMOCRACIA, poder del pueblo. Unión.





Hay que esperar el resultado del juicio. Pero nosotros los chapines, los cobaneros, los chivos, los retaltecos, todos nosotros, debemos recordar que somos Guatemala. Esos recuerdos oscuros están ahí, gritando aún, quieren sanar. Pero debemos ir nosotros a perdonar, en unión. De lo contrario, creo que vamos a una nueva lucha social. Estamos hablando del futuro de la nación, una que no tiene un proyecto de nación como tal, un país que tiene grandes ventajas. Pero ante el odio no se puede avanzar. La libertad de nuestra patria radica en el perdón, para poder, como dijo el poeta guerrillero, acompañar a nuestra nación: “Vamos patria a caminar, yo te acompaño”. Unión e identidad, es lo que considero que la falta a nuestro país, dinero tenemos, vean lo robos  millonarios de Portillo y Colom, seguimos de pie. Produce bastante dinero el país. Entonces, solo falta voluntad de unirnos y podremos salir adelante.

Mayo, 23.

  Encendió un cigarro y sintió como la lluvia le besaba las manos. Aquella noche ya no sentía nada, todo era tan lejano y el reloj era una l...