viernes, 13 de septiembre de 2013

Un elogio al Quetzal I.


Recuerdo cuando hace unos años, mi casa era de dos niveles y techo de lámina. El piso del segundo piso era de madera. Lo recuerdo con alegría y dulzura. Recuerdo cuando aún se podía ver en la mayoría de techos de mi barrio las distintas mazorcas secándose sobre la lámina. Cuando llegaba esa época mágica del año, mi abuelo llegaba a medio día y siempre me decía, “eres el más grande patojo, dale el ejemplo a tus primos y a tu hermano, vamos a bajar las mazorcas”. A pesar de que la tarea era en conjunto, siempre fue cansada y algunas veces duras. El trabajo en casa marcó mi infancia. El más grande siempre daba el ejemplo, creo en eso y creo que siempre ha sido así. He terminado hace unos días un libro sobre el gobierno del General Jorge Ubico, dictador eterno de Guatemala, le digo eterno pues hasta nuestros días los abuelos lo recuerdan, gozamos de un Palacio Nacional que no tiene nada que envidiar con algunos monumentos de Europa y hasta hace poco murió su última hija viva, la cedula de vecindad. El libro del doctor Sabino tiene un manejo extraordinario de la historia, aunque quiero resaltar a opinión personal que trata de humanizar, es decir, hacer ver al dictador con más luces que sombras, hay que recordar que fue una dictadura. Aunque sus logros son destacados y quizás hasta la fecha… podríamos decir únicos. Pero en la época de Ubico, el más grande da el ejemplo y a mí me formaron de esa forma. Pero luego descubrí que los más grandes, los que tendrían que ser ejemplo, luz y honor de la patria, son unos animales que viven hacinados en sus despachos de gobierno, tanto en Casa Presidencial, como en el Congreso y como en nuestra Suprema Corte. ¿Dónde ver ejemplo bueno cuando se mira la parcialidad de los juzgadores en Guatemala y los vicios en los procesos? ¿Cómo defender la patria nuestra, si tenemos una clara agresión a la soberanía como es la CICIG?

Existió un tiempo en  donde los poetas gritaban y nadie los escuchaba. Existió un tiempo en donde ella caminaba a mi lado, por todos lados y a todas partes, existió un  tiempo en que lo más importante de la vida éramos nosotros. Existió un tiempo en donde el amor estaba por todas partes y por todos lados… existió una vida, dulce vida, antes claro que al igual que nuestra historia, tomamos decisiones que nos separan y lastiman. Que nos duelen y nos matan. Maldito orgullo del alma, corazón sensible de piedra, corazón que busca amigos y va a por ellos, pero que  espera al amado, que lo espera, que lo espera y ya no lo busca como antes. Ahora se antepone el yo, se antepone el yo ante el tú, y  en un  determinado y maldito momento, dejo de existir el nosotros. Se ha perdido la magia, la fuerza de la vida. Es por eso que en este país de la gris primavera, el más valiente es el guatemalteco vivo. El que se levanta a trabajar los campos, el policía honrado, el fiscal que batalla en contra de la dirección del MP que esta acuartelado por la otrora izquierda guerrillera.   Amanece en Guatemala y solo los valientes sonríen, solo aquellos que ante tanta sangre, ante tanta violencia, ante tanta corrupción, ante tanto circo, simplemente sonríen y aman.

Bienaventurados los guatemaltecos que trabajan por la patria. Suspiro al recordar aquellos tiempos en que el corazón era un solo nosotros. Pero sueño con  que mi Guatemala y sus pueblos, mayas, xinca, garífuna, ladino… se olviden de una buena vez de esa división y abran los ojos y digamos NOSOTROS SOMOS GUATEMALA. Por toda la sangre  derramada en el conflicto armado, por todos los mártires inocentes que mueren día a día en su trabajo o de camino a él. Un elogio a esos que sonríen y viven  en la nación que parece un sueño, una utopía; esa nación donde dejemos de lado los prejuicios coloniales, donde nos unamos y formemos un solo nosotros.

La historia de mi Guatemala es milenaria, es ancestral. Va mucho más allá de la llegada del español, del conquistador. Cuando aún en lo alto no gobernaba el hombre de maíz, no existían los señores de Xibalba. Solo… había silencio y todo estaba en desorden. Me  imagino ese llamado con un caracol, si es que existía, la convocatoria divina, para los abuelos, para los señores que se juntaron en una especie de concilio y nos formaron. Un elogio al quetzal…

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