martes, 27 de septiembre de 2011

Elegías a la ausencia… (III)


Recuerdo nuestro primer beso,
lleno de dudas, lleno de miedo.

No sabíamos lo bueno del destino,
solo te abrace y decidí, perder el juicio.

Tus labios eran suaves como una nube,
los míos, ásperos, duros y con hielo.

El tiempo fue un juez, castigó mi orgullo,
mis labios los reos, condenados al olvido.

Recuerdo nuestro primer beso,
lleno de ilusión, de luz y de amor.

Empecé a enamorarme de tu mirada,
esa mirada que me hace temblar.

Llegue a descubrir mares en tu mirar,
pensabas que te quería sanar.

Tu corazón estaba lastimado, estaba destrozado,
he llegado a sanar, a conquistar, ahora es mío. 

Recuerdo nuestro primer beso,
derritió el miedo en mi alma.

Llegaste tú, capitana indomable,
a domar un solitario animal.

Con tus labios selle un pacto de amor,
un juramento de cariño a raudales.

Una promesa de olvido, de dolor,
de dulce agonía, de eterno penar.

Recuerdo nuestro primer beso,
lo recuerdo bien, ahora me encadena.

Tiene encadenado a este corazón,
al vacio que dejaste, que dejaste sin razón.

martes, 20 de septiembre de 2011

Elegías a la ausencia… (II)


Una estrella brilla en el cielo,
con su luz ilumina mi ciudad,
Un lagrima cae hasta el suelo
fruto de mi dolor y ansiedad.

La estrella ilumina mi llorar,
se imagina el motivo, se imagina
un inmenso y dulce mar,
seguro, piensa, es por un amar.

La estrella quisiera abrazarme,
quisiera tocar y secar mis lágrimas.
Estoy empezando a cansarme
del dolor que nace por la espera.

Cuando quiero abrazarte,
solo encuentro una ráfaga de viento.
Es duro y dulce este presente,
pero no me tiene para nada contento.

Mi vida navega por los mares,
lucha en este mundo, lucha por vivir.
Quisiera ahogarme en los bares,
pero me suicido al escribir.

Este canto no será por la ilusión,
la misma que nace por el amor.
Es un canto lleno de desilusión,
fruto del maldito y dulce dolor.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Elegías a la ausencia… (I)


I
Solo puedo escuchar el silencio,
el silencio que nace de tu sombra.
Estoy rodeado de universos,
de mundos que me asombran.

Hay tanto viento, tanto frio,
las estrellas pintan las montañas
en  el lienzo que ha dejado tu vacio.

La noche es un pañuelo
donde limpio las lágrimas del olvido.
Mis lágrimas, dulces como un buñuelo,
son la miel de castigo, mi corona de olivo.

Es tan inmenso, tan grande el espacio
que dejaste en este adolorido corazón,
no encuentro un motivo, tan solo
creo que me aferro a tu bella ilusión.

Los pájaros ya no cantan su canción,
mientras las estrellas apagan su luz.
Tan solo recuerdo tu mirada de pasión.
 
Escucho tu voz a la distancia,
distante y perdida en la lejanía.
Nos divide un muro de cerros,
nos une la letra inicial
y la letra final
de esta tosca elegía.

martes, 6 de septiembre de 2011

PRINCESITA, DEJA DE LLORAR…


Princesita inocente,
ya no llores más.
No más en tu presente,
por tu pasado debes llorar.
Princesita, tienes un corazón,
por primera vez destrozado.
Pero no pierdas la ilusión
de encontrar un amor deseado.
Tus lágrimas se han de secar,
se secaran cuando tú decidas.
El olvido es un inmenso mar
de agrias experiencias y  heridas.
No esperes un príncipe soñado,
nunca aparecerá ese condenado.
Princesita, para ya de llorar,
mira es hermoso este caminar.
La herida algún día se llegara a secar,
mientras el tiempo camina al cementerio.
Tu barco aun no ha empezado a navegar,
aun es temprano para buscar cautiverio.
El amor es en verdad muy hermoso,
pero su dolor es indeseado.
Mira este alocado verso,
que te escribo al verte llorando.
Ya no llores princesita, tu corazón,
aun no conoce el dolor de verdad.
Gracias a Dios vives en ilusión,
la misma que nace al decir libertad.
Otro caminante llegara a conquistar,
llegara a darte un amor de verdad.
Mientras debes tu herida sanar,
para no dañar a tu amor que vendrá.
Una lagrima de amor,
es un fruto del dolor,
del fracaso, de ese ardor,
que es decir,
te llegue a dar
todo mi amor.
Princesita, ya para de llorar,
no ves, que todos por ti
no dejamos de suspirar.


Para: Hanny Paola Molina Arriola.
Xelaju eterna, noviembre 30, 2010.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Juramento del Águila.


Dicen los ángeles del cielo,
que Juan al ver el cuerpo de Cristo,
sangrado y humillado, sintió miedo,
pues el maestro, había sido destrozado.
Dios, en su misericordia, se compadeció del apóstol.
Lo observo y con un soplo de su boca,
le envió al Espíritu Santo, a consolar
al más amado de los hijos del Zebedeo.
Entonces Juan levanto su mirar,
contemplo a la Madre besar al hijo.
Sintió en su pecho el fuego de la lucha
y entendió el mensaje que debía anunciar.
¿Por qué yo? Pensaba Juan, mientras lloraba,
si soy joven, no puedo ante la asamblea hablar.
¿Por qué yo? Si muero de miedo sin tu mirar,
ahora tus ojos, observan otro inmenso mar.
Porque eres joven, y debes trabajar,
debes caminar por el mundo, anunciando mi amar.
Debes señalar las injusticias y luchar por la igualdad,
debes dejar de llorar y ponerte a ayudar.
El martirio del maestro, fue el inicio de su servicio,
al verlo muerto, se aferro al ideal de verlo vivo.
Espero con ansias el llamado, el día de la resurrección,
sirvió a Dios, hasta morir feliz en el exilio  de una isla.

Hoy, la muerte camina libremente por el mundo,
mientras vemos como asesinan a nuestros hermanos,
como silencian la canción del que se atreve a escribir.
Nos dejamos castrar para poder sobrevivir.
Has Señor, que no sea sordo a tu llamado,
que luche por predicar en el mundo tu amor,
que grite y corrija las injusticias del pecador,
que escuche a tiempo, tu canción de creador.
Déjame ilustrarle al mundo, la belleza de la vida,
que te encuentren en la estrellas del firmamento
y te sientan en el frio de una noche de diciembre.
Permite padre, que cumpla este juramento:
Que sea el más fiel de tus hijos, aunque sufra.
Que sea el más humilde de tus siervos, aunque sea humillado.
Pues se que tu llamado, es camino de martirio,
y tengo fe, en que estarás conmigo, cuando despierte resucitado.

Mayo, 23.

  Encendió un cigarro y sintió como la lluvia le besaba las manos. Aquella noche ya no sentía nada, todo era tan lejano y el reloj era una l...