sábado, 3 de septiembre de 2011

Juramento del Águila.


Dicen los ángeles del cielo,
que Juan al ver el cuerpo de Cristo,
sangrado y humillado, sintió miedo,
pues el maestro, había sido destrozado.
Dios, en su misericordia, se compadeció del apóstol.
Lo observo y con un soplo de su boca,
le envió al Espíritu Santo, a consolar
al más amado de los hijos del Zebedeo.
Entonces Juan levanto su mirar,
contemplo a la Madre besar al hijo.
Sintió en su pecho el fuego de la lucha
y entendió el mensaje que debía anunciar.
¿Por qué yo? Pensaba Juan, mientras lloraba,
si soy joven, no puedo ante la asamblea hablar.
¿Por qué yo? Si muero de miedo sin tu mirar,
ahora tus ojos, observan otro inmenso mar.
Porque eres joven, y debes trabajar,
debes caminar por el mundo, anunciando mi amar.
Debes señalar las injusticias y luchar por la igualdad,
debes dejar de llorar y ponerte a ayudar.
El martirio del maestro, fue el inicio de su servicio,
al verlo muerto, se aferro al ideal de verlo vivo.
Espero con ansias el llamado, el día de la resurrección,
sirvió a Dios, hasta morir feliz en el exilio  de una isla.

Hoy, la muerte camina libremente por el mundo,
mientras vemos como asesinan a nuestros hermanos,
como silencian la canción del que se atreve a escribir.
Nos dejamos castrar para poder sobrevivir.
Has Señor, que no sea sordo a tu llamado,
que luche por predicar en el mundo tu amor,
que grite y corrija las injusticias del pecador,
que escuche a tiempo, tu canción de creador.
Déjame ilustrarle al mundo, la belleza de la vida,
que te encuentren en la estrellas del firmamento
y te sientan en el frio de una noche de diciembre.
Permite padre, que cumpla este juramento:
Que sea el más fiel de tus hijos, aunque sufra.
Que sea el más humilde de tus siervos, aunque sea humillado.
Pues se que tu llamado, es camino de martirio,
y tengo fe, en que estarás conmigo, cuando despierte resucitado.

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