sábado, 29 de septiembre de 2012

Olvido



Tengo una rosa marchita, guardada en el armario,
olvidada y seca, fue alguna vez un símbolo de amor.
Es la primera parada en el dulce extravió
que conduce a un olvido abnegado y a su borrador.

Aquella rosa marchita es un dulce pendón,
de una guerra perdida, de un fracaso lleno de devoción,
fue parte de un bosque, para conseguir el perdón,
de una trigueña que nunca, jamás puso atención.

Algún día la rosa bebió sangre,
proveniente de la tierra, derramada con dolor,
en este lugar en donde se mata por hambre.

Una vez la rosa presumió sus coloridos pétalos,
fue la más hermosa, la más tierna de este jardín,
hoy, abatida por el tiempo, perdió su carmín.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Oración



¡Dios mío! ¡Ten piedad de mi pueblo!
Perdona la sangre derramada de tus hijos.
Señor socorre a las almas asesinadas,
sedientas de justicia, de verdad y de paz.
Protege padre mío, a la viuda del chofer
de autobús que muere cada día, en total impunidad.
Ayuda señor, a los huérfanos de la patria,
aquellos que perdieron en un asalto su prosperidad.
Perdona al dedo que sediento de sangre,
jala el gatillo pariendo muerte y soledad.
¡Dios mío! ¡No abandones este pueblo
que cree firmemente en tu poder!
Mira oh señor, las lagrimas dolorosas,
de la madre soltera, explotada y humillada.
Acepta señor, las oraciones de mi pueblo,
ya no soporta más violencia y mortandad.
Dios, has prometido prosperidad a un pueblo,
que te ama, que te sirve, que llamaste Guatemala.
Perdona señor, la sangre derramada,
los disparos al aire, la paz abortada.


lunes, 3 de septiembre de 2012

ATARDECER CIEGO...


El silencio de la tarde lo envolvía, el viento corría de un lado a otro del valle, los pinos se mostraban opacos, por el reflejo de los cortinajes sombríos que avanzaban y mataban a cada paso, a cada segundo, la luz del astro que iluminaba el valle, el valle se cubría con la frazada de la tormenta. Sus ojos buscaban  una gota de color, pero las gotas que el cielo regalaba eran pálidas, cristalinas, sin color alguno, tan monótonas y simples como el beso del viento una tarde verano. Sus ojos contemplaban con asombro las cortinas que avanzaban sobre el valle, color oscuro, color de tiempo, color de muerte. Los rugidos del cielo hacían que él se sentara mejor sobre su silla. El viento arreciaba  y los ángeles de la muerte cubrían con sus alas el inmenso lienzo de una tarde tormentosa, la tarde tomaba color de pluma, mientras las aves buscaban escondite para soportar la tormenta. Sus manos sostenían el bastón, húmedo por las lágrimas de los ángeles, mojado y tan igual, como siempre, las lágrimas no tienen color, igual da, sus ojos no distinguen color alguno, es ciego de nacimiento.

Mayo, 23.

  Encendió un cigarro y sintió como la lluvia le besaba las manos. Aquella noche ya no sentía nada, todo era tan lejano y el reloj era una l...