martes, 10 de enero de 2012

El fin de la solidaridad.

El día de hoy, Prensa Libre nos regaló un editorial que vale la pena compartir. Con todo el respeto, el cariño y admiración que le tengo a este medio escrito que me ha ayudado a formar mi manera de pensar  y de amor hacia Guatemala, les comparto el editorial:


Álvaro Colom ante la historia

Para muchos guatemaltecos ya es momento de iniciar las consideraciones para el juicio histórico personal de Álvaro Colom Caballeros, cuya presidencia de Guatemala pasó con muchísima pena y nada de gloria. Como ocurre con todas las figuras políticas del mundo, los mandatarios guatemaltecos han debido sufrir las consecuencias de sus errores y su poca capacidad, pero sobre todo de sus acciones malintencionadas. Este caso no será la excepción.

Un factor fundamental para este juicio histórico lo constituye la personalidad de los presidentes, pero en especial la manera como es percibida por la población. En el caso de Colom, debido a su hablar pausado y sin entonaciones, se le veía como una persona frágil, de carácter débil, y este factor se mantuvo presente en los cuatro años. Para otros se trata de una persona muy astuta, con gran capacidad para no proyectar sus pensamientos y de ocultar sus verdaderos planes y propósitos.
La combinación de estos factores parece ser la causa de muchas de las actuaciones de Colom. Desde el principio de su gobierno dio muestras claras de haber decidido instaurar una dinastía con su entonces esposa, a quien le otorgó poderes avasalladores, a costa de la ley. No pudo o no quiso impedir la indebida intromisión de la señora Torres en el gabinete y fueron varios los ministros que lo abandonaron en señal de protesta, ante la realidad de una autoproclamada “copresidencia”.
Nunca se podrá saber cómo fue posible que Álvaro Colom Caballeros no previera el rechazo popular ante esta actitud de cogobierno, ni tampoco el fracaso de la burda maniobra de divorciarse de Sandra Torres para permitir su ilegal candidatura, porque implicaba que la sociedad no reaccionara y que la totalidad de las instituciones legales se prestaran a la maniobra. Se impusieron la ceguera y ambición desmesuradas, aun para los parámetros guatemaltecos.
Colom también se vio afectado de manera directa a causa de los descubrimientos de la magnitud alcanzada por el dinero malgastado. Aunque se quiera considerar ajeno a esta orgía de gastos, no se le puede dejar de señalar como alguien sin control alguno de sus allegados. No pudo crear ni mantener un equipo ministerial sólido y unido, con objetivos claros, entre otras razones, porque estos eran conocidos por muy pocos.
Como les ha ocurrido a todos los gobernantes guatemaltecos, Colom se va desprestigiado, señalado de haber burlado a la población, sin conciencia del juicio de la historia, con la débil esperanza de que conforme pase el tiempo se puedan descubrir sus logros y olvidar sus constantes yerros. Por ahora es alguien convertido en claro ejemplo de cómo no se debe gobernar.
A partir del sábado a las 14 horas, Álvaro Colom Caballeros ingresará en la larga lista de políticos guatemaltecos que no fueron capaces, no quisieron o no tuvieron la valentía de actuar como se esperaba de ellos. Deben confiar entonces en la misericordia y en la piedad de la justicia representada por la historia, cuya sentencia es inapelable, eterna y verdadera.

 

EDITORIAL PRENSA LIBRE, GUATEMALA 10 DE ENERO DE 2011.

 

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