martes, 14 de mayo de 2013

Cerrar los ojos...


Levantó la vista, en silencio se dedico a perder el tiempo recorriendo por todos los lugares posibles su imaginación. El reloj bailaba con el silencio de su mirada, danzaba con la música de la condena eterna. Maldita sea la hora en que la muerte llega y nos arrebata la vida de los amados de nuestras manos, pero ¡Dios mío! Bendita se la humilde hora en que la muerte corta la rosa de mi jardín.

Mis ojos observaban la luna  a través de los vidrios de la ventana. La cortina estaba ahí, como han estado siempre los versos de Neruda y como estarán por siempre las cicatrices de los amores prohibidos que se han dejado pasar. Pronombres y adjetivos, artículos y conjunciones, diccionarios y gramáticas, machetes y cuchillos para trabajar en el hielo de la vida, el mármol de las letras.

Sus ojos seguían clavados en la pérdida del tiempo. Observaban como iba y venía una pequeña y negra mosca. “Mi vida por una cerveza”, pensó. Pero para muchos burócratas desalmados, cobradores de bancos y oficiales de policía, el alma de un pobre indio no vale ni una cerveza. Entonces al recordar esta verdad, mi pecho sintió el ardor de una herida. Levante mi camisa y pude ver en mi tórax, justo al lado derecho de mi corazón, a la altura de lo que los abuelos llaman panza, una herida que sangraba. La sangre parecía hablarme y parecía maldecir a todos. “Solo fueron  indios”, “Solo fueron indios”, parecía repetir.

La guerra ha terminado, pensé. Pero al pueblo, al guerrillero y al soldado, no le dijeron que la guerra acabo, al contrario, ahora los fusiles son  códigos, las estrategias son legales, Dios paso de ser un testigo ciego a la esperanza de muchos, como debió ser siempre. Pero las víctimas, fueron las mismas, los granos de maíz que compones la mazorca en donde nos ha tocado vivir. Maldita sea la hora en que un conquistador nos dividió, en que la humanidad se ha olvidado de la igualdad y la libertad de las personas. ¿En dónde queda el bar del olvido? Hay una Premio Nobel  de la Paz armando la guerra en los tribunales. Mientras un enfermo, decrepito y tiránico general observa como su defensa abandona el puesto de honor. En otro tiempo, una orden y esos abortos de abogados hubiesen muerto junto al campesino, estudiante, obrero, empresario, niño, abuelo, mujer, hombre, indio y ladino. A veces pienso que deberían morir todos y enterrarnos en una fosa común, en donde todos fuésemos iguales. Un cementerio llamado Guatemala, en donde se pelarían los gusanos y no los hermanos. En donde el olvido llevaría al perdón.

Pero en  esta vida… el perdón  viene compuesto de dólares y minas. El perdón se viste de olvido, pues se juzga una parte de la guerra y la otra se victimiza olvidando las bombas, los puentes destruidos, los secuestros. Hizo daño el ejército y de igual proporción la guerrilla. Comunismo de mierda, capitalismo de mierda. Y la libertad, la unión y Dios, son solo tres palabras que preceden el escenario de un circo que se llama congreso.  

En mi Guatemala, de hermosos paisajes, donde reinan  los celajes más hermosos del mundo. Donde se levantan las montañas mágicas de los mayas, donde se olvida un amor truncado con un café y una sheca, donde hay tantas cosas hermosas que ver, entre  ellas sus mujeres… a veces es mejor cerrar los ojos, o simplemente perder el tiempo viendo entre los espacios, pues los jóvenes nos hemos olvidado de la historia y los mártires míticos de nuestro conflicto armado interno, simplemente no nos interesan.

Cerró los ojos y simplemente se  unió al pueblo, que no le interesa lo que pasó, que vive en esta tierra y no habita en ella. Cerró los ojos e ignoro, pero su ignorancia no le permite avanzar, pues la guerrilla lo dejó sin pierna izquierda y el ejército mutilo la pierna derecha; y entre los dos, mutilaron la cabeza… Pero el conflicto jamás nos arranco el corazón.

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