viernes, 29 de julio de 2011

Soneto al olvido.


Tengo una rosa marchita, guardada en el armario,
olvidada y seca, fue alguna vez un símbolo de amor.
Es la primera parada en el dulce extravió
que conduce a un olvido abnegado y a su borrador.

Aquella rosa marchita es un dulce pendón,
de una guerra perdida, de un fracaso lleno de devoción,
fue parte de un bosque, para conseguir el perdón,
de una trigueña que nunca, jamás puso atención.

Algún día la rosa bebió sangre,
proveniente de la tierra, derramada con dolor,
en este lugar en donde se mata por hambre.

Una vez la rosa presumió sus coloridos pétalos,
fue la más hermosa, la más tierna de este jardín,
hoy, abatida por el tiempo, perdió su carmín.

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