He acabado la última novela de Mario Vargas Llosa,
con asombro he asistido a la lectura y a la confirmación de todo lo que mis
amigos lectores me han dicho de dicha historia. No tiene alma, no tiene fuerza.
Son cuentas pendientes que el Nobel del 2010 ha cobrado. Es una novela con la temática
de Vargas Llosa, el tirano o dictador presente, el poder y su obsesión por
controlarlo todo. Personajes que se alejaron de la construcción psicológica que
el escritor realizaba en antaño con tanta maestría. Le he colocado un cinco
sobre diez, una novela ni buena ni mala. No espere el Vargas Llosa de sus
primeras novelas o el increíble ensayista que es. Es una novela que tenía
pendiente, su obra prácticamente es un
reflejo de la historia peruana desde 1950 hasta el día de hoy. El último gran
dictador que faltaba por retratar en su obra era Fujimori. Este dictador no
aparece en la novela más que mencionado, pero como todo político Vargas Llosa
lo dejará inmortalizado con un retrato no físico de Fujimori, lo retrata como
un presidente que ha fracasado y que se vuelve un intento de dictador, con los
secuestros de los grupos guerrilleros, el toque de queda y como su política ha
convertido a Perú en un país muy desigual. El que si aparece en la novela es el
llamado “Doctor”, quien utilizando los medios se dedica a desprestigiar a sus
rivales. La novela es una clásica de la temática de Vargas Llosa, pero no es
magistral. Hay que pasar 19 capítulos para ver un capitulo que vale la pena, el
numero veinte. En este capítulo Vargas Llosa recuerda lo que él significa para
las letras hispanas, recobra de nuevo su toque y experimentación, rompe con la línea
temporal que trae en toda la historia, nos vuelve a demostrar la magia
literaria que tiene en las primeras novelas. Ese es el único capitulo
fundamental de la historia. Es más, leyendo solo ese capítulo bastaría para
decir que ya ha leído esa novela. El autor sigue con su discurso denostándonos lo
que él llama “Civilización del Espectáculo”, hace un ataque frontal a los
medios amarillistas y a esos mal llamados periodistas que solo buscan mostrar
algo, no informar o educar, el ataque es directo contra la prensa rosa que lo
ha despedazado por la separación de su segunda esposa y la unión con una nueva
persona. Va de frente y ataca a esos medios que no sirven para nada más que
vender y hacer dinero, un medio parecido al Nuestro Diario chapín, que a base
de futbol, modelos y titulares en amarillo gigantes, es el periódico más
vendido en Guatemala. El erotismo de Vargas Llosa en esta novela cae a lo
vulgar, incluso a lo ridículo. Ya no es el erotismo magistral de sus novelas
iniciales o del “Elogio a la madrastra”. Es triste ver como lo que antes era
magistral y único se vuelve desde las primeras páginas de la novela en vulgar y
corriente. Asistimos a una novela que cae en la civilización del espectáculo,
es solo para vender. No es una novela fundamental del universo creado por el
Nobel del 2010, pero si era una novela pendiente. Si usted quiere leer algo
fundamental de este autor, lea las primeras novelas. No creo que sea cansancio
o vejez, sus columnas en el diario español “El País” siguen siendo increíbles y
fenomenales. Como ensayista es único y por ende no condeno toda su obra por
esta novela que no sirve para nada más que leer durante una tarde y darse
cuenta que el tiempo no pasa en vano. Sigue siendo el escritor fundamental del
boom latinoamericano para mí. Por eso un cinco sobre diez, de toda su obra, “Cinco
Esquinas” es lastimosamente una novela más, tan triste como “El sueño del celta”.
Sin embargo, sigue siendo Vargas Llosa y está vivo, sigue escribiendo, se sigue
rebelando contra la vida y nos sigue creando ficciones, sigue siendo un
escritor y sigue siendo un maestro. Hay que leerlo, claro, pero no todo lo que
brilla es oro.
Un viaje por las letras de Eleázar Adolfo Molina. Escritor de narrativa y algunas otras cosas. Autor de Canto Nocturno (2018) y Pesadillas de un espantapájaros (2011). Miembro de Testosterona Literaria. Cofundador de Diario de Los Altos.
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