miércoles, 29 de agosto de 2018

El héroe de la lluvia.


Para: M. Rivas.


La calle se miraba ajena, la lluvia siempre le otorgaba ese tono melancólico, el gris no solo se apoderaba del cielo, el corazón se le volvía viejo. La taza de café era su única acompañante en la mesa de aquella cafetería. Del otro lado del vidrio, la calle, con un gusano multicolor formado por distintos automóviles. La lluvia seguía besando el suelo, mientras dibujaba al otro lado del vidrio la figura titánica del Teatro Municipal.

Con tristeza levantó los ojos, el reloj marcaba quince para las seis. Su corazón le mandó una señal a su cuerpo, misma que fue sentida por él. Un ligero dolor le nació de las entrañas. Su mano derecha sostuvo tembloroso la taza de café. Ella no llegaría. A lo lejos en la radio de aquella taberna, la voz inconfundible de Brenda rompió el silencio. Entonces se olvidó del amor que lo dejaba plantado, para recordar la mirada de la locutora en aquella biblioteca, de eso ya casi dos abriles.

Pidió la cuenta y dejó un billete de diez sobre la mesa. Se levantó, se colocó la chaqueta y salió del lugar. Su corazón le hizo ver una ultima vez sobre toda la banqueta de la catorce avenida. Del otro lado, los ojos de bronce de los poetas le miraban con tristeza y con un cierto toque de burla, a ellos los amores los destrozaron igual, por eso escupieron poesía.

Su nombre no tiene caso, pero aquella tarde, sus lágrimas fueron disfrazadas por la lluvia, había esperado tanto por ella, luchó por una oportunidad para un café. En fin la vida era así. Sus oídos escucharon gritos y balazos unas cuadras abajo. La muerte quizás era la novia que buscaba. Sin pensarlo dos veces corrió al lugar.

Dos delincuentes asaltaban un banco, habían matado al guardia y ahora, con pistolas en mano, se mentaban la madre con la policía mientras unas mujeres gritaban, la sangre del policía se mezclaba con el agua y se volvía gris en el olvido del pavimento, era un muerto más en la estadísticas de Guatemala, un muerto más. Sin importancia para el Estado, sin importancia para el Ministerio Público. Un guatemalteco de a pie muerto, sin importancia para el dios colombiano de zona catorce.

En un ataque de locura, se sintió Batman, se lanzó sobre los criminales, quienes en la tensión y los nervios, soltaron disparos al aire. Sintió como las balas pasaban a su lado, le acariciaba la muerte la piel. Gritos, silencio, disparos. Luego observó la cara con bigote de uno de aquellos hombres mojado por la lluvia, se acercaba más y más… él esperaba una bala atravesando su carne.

En medio de la confusión, la policía se abalanzó sobre los maleantes, una escena congelada en el tiempo, mojada tan solo por la lluvia y por el olvido de aquella que nunca llegó al café. Los disparos iban y venían, la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucha importancia.

Aquella noche, los diarios informaban sobre el valiente justiciero que se abalanzo sobre los criminales y evitó un robo de miles de quetzales. Su nombre estaba en todos los noticieros. A las diez de la noche era la persona más famosa de Quetzaltenango. A las diez de la noche, el policía muerto seguía tirado en la puerta del banco esperando justicia. La sangre fue lavada por la lluvia y el olvido.

La justicia aquel día de agosto, había robado una vida, un corazón. Al final, la taza de café era una excusa para morir en unos labios, fue excusa para morir por las balas, pero el corazón roto encontró dichoso ser héroe, al salvar dinero. Qué poco vale la vida en un país olvidado por el mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sin tus ojos... la poesia pierde su sentido.

Mayo, 23.

  Encendió un cigarro y sintió como la lluvia le besaba las manos. Aquella noche ya no sentía nada, todo era tan lejano y el reloj era una l...