Ya el clima de fin de año se llega a sentir en la
ciudad de Quetzaltenango. Llega la cintura del mes de noviembre, lo que
significa que llega la velación de la consagrada imagen del Señor Sepultado de
San Nicolás. Creo que la historia de la ciudad de Quetzaltenango es imposible
de entender sin la presencia de cuatro esculturas religiosas que guardan una
importancia enorme en todo el proceso histórico y social de la misma. Hablando
en orden de antigüedad mencionare en primer lugar a la Señora de la Catedral,
la Virgen del Rosario. Consagrada en 1776, ya que el chispeado de plata que
posee ella en su camerino y que si mal no recuerdo, es un obsequio de 1777, por
cumplirse un año de tan dichoso acontecimiento. Luego tenemos al Niño del Santísimo,
imagen que retrata de la manera más dulce la niñez del redentor. Llegamos al
Justo Juez, conocido anteriormente como el Nazareno de la Catedral, hasta la
llegada en 1910 del Canchito al Hospital. Lo interesante de estas tres primeras
imágenes es que dos se veneran en Catedral durante todo el año, mientras que el
niño llega solo para la festividad de Corpus y las fiestas de fin e inicio de
año.
En la cuarta calle y quince avenida en la zona tres
de la ciudad, como monumento que corona el parque a Benito Juárez se levanta la
incompleta, pero hermosa parroquia de San Nicolás de Tolentino. Encargada a los
salesianos alrededor del final de la década de los cuarenta, inicio de los
cincuenta. La arquitectura de la iglesia es única en la ciudad y los detalles y
acabados del interior son realmente hermosos. Es la única iglesia en
Quetzaltenango que posee un órgano tubular. Los niños de las familias de
abolengo de la Quetzaltenango de aquel entonces están retratados en como
querubines en la bóveda que sirve de techo a tan impresionante construcción.
Hoy en día se está recuperando el retablo del altar mayor. Pues en esta
importante edificación religiosa, converge año a año la fe de un pueblo. La
cuarta imagen que encierra el misticismo y fe católico de la ciudad, el eterno
durmiente, el Sepultado de San Nicolás.
Guardando el debido respeto a las distintas
hermandades de la ciudad, a las devociones diferentes unidas en torno al
recuerdo de la pasión del salvador. Pero hay que aceptar y ver como la historia
alrededor de la imagen del Sepultado marca la evolución de la ciudad. Filas
interminables de cucuruchos que año con año llevan en sus hombros las tardes ya
sea de abril o marzo, al Señor que duerme el sueño de la muerte.
La parroquia de San Nicolás de Tolentino, junto a la
reconstrucción de la Catedral Metropolitana, quizás sean las últimas obras de
trascendencia que marcaron la ciudad. Una ciudad que hizo un hermoso y único teatro
municipal, un palacio municipal
extraordinario, pero que hoy, sueña con poder ordenar sus mercados y tener
limpias las calles. Creo que la ciudad es el reflejo vivo de un país. Al mirar
la historia pasamos de tener presidentes que abrían hospitales y escuelas en
todo el país, a gobernantes que reparan escuelas y medio bachean las
carreteras. Quetzaltenango perdió su sueño de grandeza. Incluso se puede ver
como las hermandades católicas de pasión vuelven los ojos a la capital e imitan
lo que ellos consideran que es bueno y dejan de lado la tradición, devoción y
disciplina quetzalteca.
Al ver mi parroquia y escuchar de la boca de mi
abuelo como hicieron para comprar las campanas, que de paso son únicas en la
ciudad. Escuchar las historias de los socios viejos que hablan de como trajeron
los pasos del viacrucis o las carriolas que llevan las imágenes de los mismos,
generaciones anteriores que trabajaron y lucharon para destacar, llega la vergüenza
de levantar la mirada y decirles, nosotros seguimos sacando la procesión.
Seguimos siendo quetzaltecos, pero se nos ha olvidado que era un sueño. Una rebelión
constante de querer mejorar día a día nuestras condiciones. Es cierto, los
tiempos han cambiado y la ciudad es más que las calles de la zona 1, 2, 3; de
las zonas urbanas, hay un complejo y vasto territorio rural ya organizado en
cantones que también luchan por sus sueños. Pero a pesar de cómo pasa el
tiempo, el Señor sigue ahí.
Mi primer recuerdo de la parroquia viene de una
visita al santísimo que hice con mi madre, Dios sabe qué día y que año. Pero me
llamo la atención un santo que levantaba la mano, pregunte a mi madre y me dijo
que era Don Bosco. Un par de años después entendí quién era ese hombre. Antes
de salir ella paso saludando al Sepultado, recuerdo que me quedé impactado y me
asusté de ver a un hombre ensangrentado, pero entre tanto dolor, había tanta
paz y dulzura. Hace unos años a petición del hoy presidente de mi Hermandad,
redacte un poema al que titule “El Retablo”, he ido estos dos días a ver al
Señor en la gloria de su altar mayor. Pero sonrió que al recordar que hay cosas
que nunca cambian, el retablo que lo guarda sigue estando ahí. Esta igual. El
gesto de volver a colocar al Señor en el altar mayor de su parroquia se
agradece. Solo basta mirar las filas de toda la ciudad buscándolo la quinta semana de cuaresma. El
Sepultado de San Nicolás, el Sepultado de Quetzaltenango.
Quizás convenga recordar la historia, no solo de la
hermandad; hay que hacer un balance y ver en qué momento nos convertimos en
pacientes agonizantes que esperan las migas del gobierno central. Los
desastres, terremotos, la corrupción y la división de clases en esta ciudad no
nos han detenido nunca. La hermandad va para cien años. La ciudad ni se diga,
quizás sea la ciudad más antigua de Centro América, Cajas Ovando fija su fundación
en 1524. Creo que el poder de la fe es inmenso. Es por eso que estás cuatro imágenes
son importantes y fundamentales para una ciudad que las busca en lo bueno y las
necesita siempre en lo malo. La fe, no nos pueden quitar eso, la fe en saber
que vamos a salir adelante. Hay cosas que nunca van a cambiar, otras que
necesitan mutar para sobrevivir. Xela aún guarda sus tradiciones y sus
costumbres celosamente. Recuerdo mi primer viernes santo y suspiro al ver que
lo único que ha cambiado es el recorrido y que aumentaron la plataforma
procesional.
Es imposible entender nuestra historia, nacional y
local; sin el papel dominante desde su fundación de la iglesia católica, desde
la fundación de la republica del ejército. La parroquia es impresionante,
cuando venga a Quetzaltenango visítela. Ahí lo espera el amor de mis amores. Mírelo
y vea como entre tanto dolor, sufrimiento y muerte. Ese rostro despierta tanta
ternura, paz y consuelo. Esa mano derecha que siempre muestra al pueblo abierta
para todos, pareciera decir, jamás te soltare.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sin tus ojos... la poesia pierde su sentido.