viernes, 21 de octubre de 2016

Caballo de los sueños.



-Buenas noches- le dijo.

Ella lo miro de reojo y con recelo. La parada de buses estaba oscura y no había nadie alrededor.

-Buenas noches- dijo ella.

En la esquina de la calle había un poste y un foco arriba que medio iluminaba de tonada naranja la calle. Ella abrazaba un libro que tenía y él estaba parado detrás de ella. Por un momento ella sintió como la mirada de él la dibujaba, como la manoseaba y violaba con la mirada. El silencio de la noche le hizo ponerse más nerviosa cuando empezó a ponerle atención a la respiración del desconocido.

-Usted se parece a una novia que tuve hace unos años- le dijo esa voz masculina mientras la respiración se acercaba cada vez más.

Ella se quedó en silencio y no contesto. Abrazaba cada vez más el libro y sintió como el sudor frio de su cuerpo aparecía a medida que sentía que el hombre desconocido se acercaba poco a poco a su humanidad.

-La última vez que la vi estaba hermosa, con ese vestido negro y la soledad que la acompaña desde esa vez- El piso resonó el eco de los pasos que se acercaban a ella.

Ella no sabía qué hacer, el extraño se acercaba poco a poco a su cuerpo. Tenía miedo. Abrazaba el libro y rezaba al cielo para que nada pasará. El microbús no llegaba todavía y el miedo ya se había apoderado de ella.

-Sabes… lo último que le dije fue que la amaba y que cuidará mi libro- dijo la voz que empezó a ser conocida.

Ella había tenido ese libro desde hace años, le recitaba poesías a su novio siempre y le amaba por medio de aquellas letras. Pero su muerte le arrebato además de su amado, el sentido de la vida. Desde entonces todos los meses caminaba al cementerio y le leía todo el poemario. Lo hacía para mantener vivo el calor de los abrazos y los besos.

-Gracias por leerme poesía, buñuelito- dijo la voz.

Ella se quedó paralizada. No había escuchado esa voz en años. Se giró de inmediato y por una fracción de segundo lo vio, estaba ahí con ella. Con su traje gris que se llevó a la tumba. Él le sonrió y le guiñó un ojo. Desapareció con el viento leve que se levantó en aquella oscura calle.

-Te extraño- le dijo ella mientras el viento le daba un beso en la boca.

El foco del poste empezó a tintinar, encenderse y apagarse, ella se quedó viendo el cielo y en silencio abrió el libro. Sus ojos se llenaron de lágrimas y con la voz entrecortada empezó a recitar: -“Hay un país extenso en el cielo con las supersticiosas alfombras del arco-iris y con vegetaciones vesperales: hacia allí me dirijo, no sin cierta fatiga, pisando una tierra removida de sepulcros un tanto frescos, yo sueño entre esas plantas de lugumbre confusa…”- una lagrima cayó al piso y el silencio regreso a los muertos al cementerio y aquel amor a un sepulcro.
 
-Buenas noches- dijo ella, llorando en silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sin tus ojos... la poesia pierde su sentido.

Mayo, 23.

  Encendió un cigarro y sintió como la lluvia le besaba las manos. Aquella noche ya no sentía nada, todo era tan lejano y el reloj era una l...