viernes, 9 de septiembre de 2016

LEYENDAS DE GUATEMALA. CAPITULO UNO: LA LLORONA.



Considero que a un pueblo se le conoce por sus espantos, esos entes sobrenaturales que viven día a día en nuestra sociedad y que conviven con nuestras alegrías. Los espantos, recuerdo las primeras leyendas que escuche en las enaguas de mi bisabuela. Luego las historias de miedo que mi abuelo Gonzalo me contaba y a día de hoy, a pesar de saberlas ya de memoria, aún sigo disfrutando.

La ventana daba siempre al río. Durante las noches se escuchaba el sonido del caminar de las aguas, chocando contra las piedras, a veces era interrumpido por los suspiros de Juan de la Cruz. La noche lo cubría todo, lo guardaba todo. Los secretos de la gente eran custodiados por guardianes pétreos de la noche, los buenos y los malos. Mientras el río caminaba por su cauce, mientras Juan De La Cruz suspiraba y contemplaba las estrellas por el firmamento, su madre era devorada por su amante en el catre. Ambos caían rendidos a la pasión de la carne, ambos se entregaban y gemían parsimoniosamente al son de las aguas.

De nuestros espantos, la Llorona constituye una rara excepción. No es solo nuestra o se limita su aparición a nuestras fronteras. De hecho si hablamos de la “autoría” del espanto, pecando un poco de malinchista, podemos mencionar que México y nuestra Guatemala, nos peleamos el origen de la Llorona. En México encontraremos referencias profundas y arraigadas de una antigua deidad Azteca de nombre Cihuacóatl, deidad que lanzaba gritos desgarradores por las calles y que la gente cuenta, antecedía las desgracias. El origen chapín es más lúgubre y macabro. Una madre que comete homicidio de sus hijos en algunas versiones, en otras que aborta, provocando una locura extrema que la obliga a ahogarse y condenar su alma a buscar a sus hijos.

Los besos se volvían leños para avivar aquel fuego de pasión y de engaños. Los años pasaban y ella seguía viéndolo, a pesar de tanto daño, de tantas mentiras, ella seguía buscándolo, saliendo con él y engañando al hombre que le había puesto el mundo a sus pies. Se había casado pero ese amor era una mentira, esos movimientos en el catre eran la prueba de ello. Su marido, comerciante que había fracasado muchas veces, que estaba en quiebra pero seguía luchando por hacerla feliz, su amante era un albañil que no podía levantar una pared y que solo la buscaba para usarla, ella era su juguete. La puerta del cuarto se abrió y en la oscuridad se dibujó la silueta de su marido, quien viendo aquella escena, soltó un grito y comenzó a llorar de rabia. Luego dos disparos, ella petrificada sintió como la sangre de su mentira se resbala por su rostro, seguido del golpe seco del cuerpo de su marido. Dos disparos, dos muertes, la pasión se cobraba la vida de esos dos inocentes, engañados por la misma mujer.

A lo largo del continente, podemos encontrar referencias claras a la Llorona, toda Centroamérica y el cono sur. El caso de Uruguay es el que más se diferencia de los demás, aunque se mantiene el hecho del grito desgarrador y el suicidio en la leyenda génesis, la conocen como la dama de blanco. En varios lugares concuerdan los rasgos, gritos en la noche seguidos de los aullidos de los perros. Millones de testimonios que aseguran haberla visto, vestida de un blanco ultratumba, muchos dicen que llevan velo, otros que se cubre su rostro con su cabello al más puro estilo de la chica del aro. Flota y no camina. Se oye para cuaresma o para los primeros viernes del mes. En todo el continente existe una fascinación en torno a este ente sobrenatural. Que no puede pisar tierra santa, que busca los ríos, tanques o lagunas. Siempre busca el agua.

Se levantó y observó los cuerpos en su cuarto. El terror se apoderó de ella y salió corriendo al cuarto donde dormía el pequeño Juan De La Cruz. Lo cargó en sus brazos y desnuda a la luz de la luna salió corriendo. No podemos decir cuánto corrió, pero sus pasos la llevaron a su casa. Llorando, gritando, totalmente loca; escucho el río y camino llorando hacía ese lugar. Había una piedra filosa, ella tomó a Juan De La Cruz y estrello su cabeza en ella, muriendo el niño al instante. Arrojando su cuerpo al agua. Luego en un momento de razón se dio cuenta de todo lo que había hecho. Lanzó un grito y se tiró al agua. Pero los dioses no la dejaron descansar. No había terminado de fallecer cuando la muerte la tomó en sus manos y le dio la condena de vagar buscando a su hijo. A la luz de la luna, emergiendo de la negra noche, con el río justo debajo de sus pies, lanzó su primer grito y así los abuelos dieron vida a  la Llorona.

Conforme se da el flujo migratorio de nuestra gente, las tradiciones y costumbres avanzan. Ahora podemos mencionar que la Llorona se escucha distintas partes de los Estados Unidos, Europa o Asía, depende claro de la comunidad latina que se encuentre. Es un espanto, aunque pueden ser varias Lloronas, varias Gritonas o Damas de Blanco. La leyenda no se puede encerrar a las fronteras, es un mito del idioma español. Es la primera leyenda que escribí en un cuaderno en tercero primaria. Fue la primera leyenda que escuche de la boca de mis abuelos y el primer espanto que supe asustó a mi padre en la cancha de la colonia San Antonio. En cierto modo la Llorona es un recuerdo de nuestra infancia y el contacto permanente con esa otra realidad, la vida de los  muertos entre los vivos.

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