Considero que a un pueblo se le conoce por sus
espantos, esos entes sobrenaturales que viven día a día en nuestra sociedad y
que conviven con nuestras alegrías. Los espantos, recuerdo las primeras
leyendas que escuche en las enaguas de mi bisabuela. Luego las historias de
miedo que mi abuelo Gonzalo me contaba y a día de hoy, a pesar de saberlas ya
de memoria, aún sigo disfrutando.
La ventana daba siempre al río. Durante las noches
se escuchaba el sonido del caminar de las aguas, chocando contra las piedras, a
veces era interrumpido por los suspiros de Juan de la Cruz. La noche lo cubría
todo, lo guardaba todo. Los secretos de la gente eran custodiados por
guardianes pétreos de la noche, los buenos y los malos. Mientras el río
caminaba por su cauce, mientras Juan De La Cruz suspiraba y contemplaba las
estrellas por el firmamento, su madre era devorada por su amante en el catre.
Ambos caían rendidos a la pasión de la carne, ambos se entregaban y gemían
parsimoniosamente al son de las aguas.
De nuestros espantos, la Llorona constituye una rara
excepción. No es solo nuestra o se limita su aparición a nuestras fronteras. De
hecho si hablamos de la “autoría” del espanto, pecando un poco de malinchista,
podemos mencionar que México y nuestra Guatemala, nos peleamos el origen de la
Llorona. En México encontraremos referencias profundas y arraigadas de una
antigua deidad Azteca de nombre Cihuacóatl, deidad que lanzaba gritos
desgarradores por las calles y que la gente cuenta, antecedía las desgracias.
El origen chapín es más lúgubre y macabro. Una madre que comete homicidio de
sus hijos en algunas versiones, en otras que aborta, provocando una locura
extrema que la obliga a ahogarse y condenar su alma a buscar a sus hijos.
Los besos se volvían leños para avivar aquel fuego
de pasión y de engaños. Los años pasaban y ella seguía viéndolo, a pesar de
tanto daño, de tantas mentiras, ella seguía buscándolo, saliendo con él y
engañando al hombre que le había puesto el mundo a sus pies. Se había casado
pero ese amor era una mentira, esos movimientos en el catre eran la prueba de
ello. Su marido, comerciante que había fracasado muchas veces, que estaba en
quiebra pero seguía luchando por hacerla feliz, su amante era un albañil que no
podía levantar una pared y que solo la buscaba para usarla, ella era su
juguete. La puerta del cuarto se abrió y en la oscuridad se dibujó la silueta
de su marido, quien viendo aquella escena, soltó un grito y comenzó a llorar de
rabia. Luego dos disparos, ella petrificada sintió como la sangre de su mentira
se resbala por su rostro, seguido del golpe seco del cuerpo de su marido. Dos
disparos, dos muertes, la pasión se cobraba la vida de esos dos inocentes,
engañados por la misma mujer.
A lo largo del continente, podemos encontrar
referencias claras a la Llorona, toda Centroamérica y el cono sur. El caso de
Uruguay es el que más se diferencia de los demás, aunque se mantiene el hecho
del grito desgarrador y el suicidio en la leyenda génesis, la conocen como la
dama de blanco. En varios lugares concuerdan los rasgos, gritos en la noche
seguidos de los aullidos de los perros. Millones de testimonios que aseguran
haberla visto, vestida de un blanco ultratumba, muchos dicen que llevan velo,
otros que se cubre su rostro con su cabello al más puro estilo de la chica del
aro. Flota y no camina. Se oye para cuaresma o para los primeros viernes del
mes. En todo el continente existe una fascinación en torno a este ente
sobrenatural. Que no puede pisar tierra santa, que busca los ríos, tanques o
lagunas. Siempre busca el agua.
Se levantó y observó los cuerpos en su cuarto. El
terror se apoderó de ella y salió corriendo al cuarto donde dormía el pequeño
Juan De La Cruz. Lo cargó en sus brazos y desnuda a la luz de la luna salió
corriendo. No podemos decir cuánto corrió, pero sus pasos la llevaron a su
casa. Llorando, gritando, totalmente loca; escucho el río y camino llorando hacía
ese lugar. Había una piedra filosa, ella tomó a Juan De La Cruz y estrello su
cabeza en ella, muriendo el niño al instante. Arrojando su cuerpo al agua.
Luego en un momento de razón se dio cuenta de todo lo que había hecho. Lanzó un
grito y se tiró al agua. Pero los dioses no la dejaron descansar. No había
terminado de fallecer cuando la muerte la tomó en sus manos y le dio la condena
de vagar buscando a su hijo. A la luz de la luna, emergiendo de la negra noche,
con el río justo debajo de sus pies, lanzó su primer grito y así los abuelos
dieron vida a la Llorona.
Conforme se da el flujo migratorio de nuestra gente,
las tradiciones y costumbres avanzan. Ahora podemos mencionar que la Llorona se
escucha distintas partes de los Estados Unidos, Europa o Asía, depende claro de
la comunidad latina que se encuentre. Es un espanto, aunque pueden ser varias
Lloronas, varias Gritonas o Damas de Blanco. La leyenda no se puede encerrar a
las fronteras, es un mito del idioma español. Es la primera leyenda que escribí
en un cuaderno en tercero primaria. Fue la primera leyenda que escuche de la
boca de mis abuelos y el primer espanto que supe asustó a mi padre en la cancha
de la colonia San Antonio. En cierto modo la Llorona es un recuerdo de nuestra
infancia y el contacto permanente con esa otra realidad, la vida de los muertos entre los vivos.
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