domingo, 9 de febrero de 2014

De aquellos amores de antes (I):

Toda la historia me remonta siempre al mismo recuerdo. La mesa de noche del dormitorio de mis padres, un libro con una portada rara, una especie de demonio que sostiene una copa y sonríe, creo. El nombre del autor, es quizás una de las sombras que más me ha hecho caminar por este amor. Mario Vargas Llosa y su “Fiesta del chivo”. Recuerdo cuando le consulte a ella sobre ese libro y me dijo “no lo vas a entender”. Era una patojo yo de unos 13 o 14 años. Acepte el reto de leerlo y después de poco más de tres semanas, casi un mes, lo termine. Mi conclusión fue un encuentro cara a cara con mi reflejo. La ineptitud para entender algunas situaciones del mismo. Olvidemos la critica que se hace de todo libro sobre, la técnica, el estilo, la innovación que debe realizar el autor (Años más tarde me entere de muchas de estas cosas); me declare incompetente para leer ese libro. Entonces con el orgullo herido, me puse a estudiar de todo un poco y poco de todo y haciendo los ladrillos que reemplazaron los  adobes que me constituían en aquella niñez. De la historia del libro y de lo que pienso, escribiré en futura ocasión. 

Al hablar de amores, ese libro y ese sentimiento de impotencia al querer comprenderlo, me hizo enamorarme de las letras, de la literatura. Al hablar de amores de antes, quisiera empezar por un bello poema, de un gran escritor español, Quevedo. Por recomendación del licenciado Jorge Contreras, llegue en una clase a descubrir la belleza del mismo. En él, puedo encontrar diversas acotaciones del amor en su totalidad. El poema lleva por título “Amor constante más allá de la muerte” y dice así:

“Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;
Más no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.”

En este bello poema, podemos encontrar la ilusión del hombre enamorado, del ser que decide entregar todo por el otro ser al que ha decidido lo único que es nuestro, nuestra vida, libertad y muerte. Una declaración de amor, es una declaración de rendición. Se hace ya sea el caso de la historia, para terminar una guerra perdida o para empezar una dulce derrota. Perder y perderse en el océano infinito de la mirada amoroso del otro humano, que nos hace volvernos locos, sin saber quizás, que nosotros le volvemos un psicópata.

Separar el alma del cuerpo, Quevedo nos hace tan dulce mención a la muerte, brindándonos a los enamorados de hoy, una excusa para seguir amando aún más allá de la muerte.  El título del mismo nos hace ya una declaratoria extraordinaria de la intención del poema.  “Amor constante más allá de la muerte”, que concluye con dos versos extraordinarios y bellos: “Serán ceniza, mas tendrá sentido; / polvo serán, mas polvo enamorado”. El sueño de toda pareja, es estar juntos el tiempo que ellos quieran y se aguanten y el que Dios permita. Pero cuando llega la muerte, se separa el amor y nos queda el recuerdo.

De aquellos amores de antes, nos llegan épicas historias de parejas que se han enamorado desde adolescentes, se han casado y luego, con el paso de las décadas, fallece uno de ellos y al cabo de horas o días, el otro enamorado lo acompaña al juicio final. La palabra “constante” en el titulo me hace imaginar y pensar de entrada, en que se debe enamorar todos los días, con todos los detalles, con toda la dulzura y toda la autoridad. De aquellos amores de antes, nos llegan los recuerdos, como llegaran los amores de ahora a nuestros nietos.


El amor es eso tan bello y letal, que obliga a vivir más allá de la experiencia humana, de la literatura y de la realidad. Innumerables canciones han nacido para poder expresar el amor, poetas con don de música, maestros de la canción. De esos amores de antes, nos llega este poema de Quevedo, que inicia la semana de San Valentín y un repaso por las historias de amor de ayer, hoy y siempre.  Al final lea usted el poema y siéntalo, usted lo lee con sus ojos y eso es lo importante. 

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