En cuanto el helicóptero despegó,
las campanas de la Basílica de San Pedro despidieron al Sumo Pontífice de la
Iglesia Católica, Benedicto XVI. El último Papa en renunciar fue antes del
descubrimiento de América. Al momento de escuchar las campanas de la basílica
vía televisión, el corazón se me hizo como una pasa, se arrugó, se estremeció;
fue entonces cuando a través de la fiebre que me aqueja, pude entender la
magnitud del suceso que ha acontecido el día de hoy. Lo que en una fiesta de
los peregrinos se celebra, siento y pienso, qué es la seguridad de que la
iglesia va a continuar. Continúa con su peregrinaje a través del tiempo. Hay
tormentas, el mismo Santo Padre lo mencionó ayer mientras meditaba sobre su
pontificado en una plaza totalmente llena: “Ha sido un trato de camino de la
Iglesia que ha tenido momentos de alegría y de luz, pero también momentos no
fáciles; me he sentido como San Pedro con los Apóstoles en la barca sobre el
lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa ligera,
días en los que la pesca ha sido abundante; y ha habido también momentos en los
que las aguas estaban agitadas y el viento era contrario, como en toda la
historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir.”
El vuelo del Papa por Roma fue
seguido quizás por todo el planeta. Un vuelo melancólico y nostálgico. El acto
de renuncia fue consumado a las 20 horas de Roma, 1 de la tarde de mi
Guatemala. Con un gesto sencillo y sin tanta pompa, con elegancia y humildad
como han sido estos 8 años de papado del Cardenal Ratzinger. La Guardia Suiza
cerró el portón principal del Castillo de Castelgandolfo en completo silencio
ante la atenta mirada de los que ahí se
congregaron para ver el fin de un pontificado.
En la audiencia general de ayer,
su santidad, el Papa Emérito, me hizo recordar al profeta Jeremías, cuando este
cuestiona a Dios sobre su juventud, sobre la experiencia, el profeta llega a
decirle al Creador que él no sabe hablar, qué es muy joven, que es un niño.
Dios le manda a callar y le dice que Él pondrá las palabras en su boca. Dios
cierra esta pequeña llamada de atención con esta frase: “No temas delante de
ellos, porque contigo estoy para librarte”. Su Santidad ayer mencionó en la
audiencia un diálogo similar al de Jeremías: “Cuando el 19 de abril de hace
casi ocho años, acepté asumir el ministerio petrino, tuve firme esta certeza
que siempre me ha acompañado. En aquel momento, como ya he dicho varias veces,
las palabras que resonaron en mi corazón fueron: "¿Señor, qué cosa me
pides?" Es un peso grande el que me pones sobre la espalda, pero si Tú me
lo pides, en tu palabra lanzaré las redes, seguro que Tú me guiarás”. Recuerdo la frase de algunos conocidos míos,
“Dios no pone cruces pesadas a espaldas débiles”. Benedicto XVI, tuvo que
convivir con la aún reciente costra del
papado de Juan Pablo Magno. Las
comparaciones fueron y vinieron a lo largo de su pontificado. Lo que resaltó de
este papado, fue la valentía de Ratzinger de atender a los escándalos de
pederastia que aquejan a la iglesia. Se reunió con las asociaciones de familias
víctimas de los sacerdotes y pidió perdón por esos pecados de la iglesia.
Aunque la curia aún lleve las redes a tapar a los curas que cometen estos
actos, que ha denunciarlos y castigarlos. Problemas en la iglesia siempre han
existido. Me quedo con un pensamiento que un sacerdote conocido me ha
transmitido en estos días de dudas y expectativa: “Si los mismos apóstoles se
peleaban delante del Señor” (Hay que recordar cuando Juan y Santiago piden un
lugar privilegiado a la diestra del Jefe).
Han sido ocho años de papado, de
un Papa que fue maestro, intelectual. De
esos bichos raros a decir de Vargas Llosa. La cultura ha muerto. Se empieza a
hablar de un Papa joven, de alguien abierto al cambio de la humanidad, tan
rápido, tan fugaz, tan inmisericorde ante la sabiduría ancestral y milenaria de
nuestros ancianos que se pudren en el olvido y abandono de algunas familias.
Ratzinger se retira a orar y a estudiar. Espero personalmente que ha escribir.
Ya que ha sido sin duda alguna el Papa maestro. Cada audiencia y cada discurso
buscaba enseñar, dar doctrina, dar catequesis a todo aquel que lo escuchaba.
El Premio Nobel de Literatura,
Mario Vargas Llosa, otro intelectual, que a mi parecer se queda solo en este
mundo ante el retiro de Ratzinger, comentaba en el diario “El País” de España,
un razonable punto de vista en torno a la figura del ahora Papa Emérito de
Roma. Lo primero que quiero resaltar sobre este articulo es: “Juzgar hasta qué
punto Benedicto XVI fue acertado o no en este tema es algo que, claro está,
corresponde sólo a los católicos. Pero los no creyentes haríamos mal en
festejar como una victoria del progreso y la libertad el fracaso de Joseph
Ratzinger en el trono de San Pedro. Él no sólo representaba la tradición conservadora
de la Iglesia, sino, también, su mejor herencia: la de la alta y revolucionaria
cultura clásica y renacentista que, no lo olvidemos, la Iglesia preservó y
difundió a través de sus conventos, bibliotecas y seminarios, aquella cultura
que impregnó al mundo entero con ideas, formas y costumbres que acabaron con la
esclavitud y, tomando distancia con Roma, hicieron posibles las nociones de
igualdad, solidaridad, derechos humanos, libertad, democracia, e impulsaron
decisivamente el desarrollo del pensamiento, del arte, de las letras, y
contribuyeron a acabar con la barbarie e impulsar la civilización”. El laureado
escritor encuentra en Ratzinger uno de los últimos grandes ejemplos de cultura,
la Iglesia no ha sido solo para la religión, ha hecho que la humanidad se
exprese a lo largo de los siglos, este pontificado que ha terminado, es quizás
el último que pueda presumir de un gran teólogo. Vendrán más, claro. Pero los
que vienen, ya vienen, por lo que se ha visto, con ese estigma del mundo
moderno. De los cambios rápidos. De la moderna era que no tiene piedad a todo
aquel que se distrae por un segundo. Nos
estamos volviendo tan miserables, tan dependientes de la tecnología que dejamos
de lado lo demás. Nos volvemos adictos al trabajo que se antepone a la familia
y personas queridas. Luchas por conseguir el poder económico, el dinero que te
levante de esa miseria de polvo y angustia que se llama mundo tercermundista.
¿Realmente la renuncia de Ratzinger afecta sólo a los católicos? No será una
señal para toda la humanidad de que estamos olvidando lo que somos, a dónde
vamos y que pasaría si en algún momento, esta nueva civilización, llamada por
Vargas Llosa “Del Espectáculo”, se caiga cual castillo de naipes ante la
realidad de que la vida no es dinero. Si fuera así, como dice el gran José
Alfredo Jiménez, “la vida no vale nada”.
El Nobel prosigue: “La decadencia
y mediocrización intelectual de la Iglesia que ha puesto en evidencia la
soledad de Benedicto XVI y la sensación de impotencia que parece haberlo rodeado
en estos últimos años es sin duda factor primordial de su renuncia, y un
inquietante atisbo de lo reñida que está nuestra época con todo lo que
representa vida espiritual, preocupación por los valores éticos y vocación por
la cultura y las ideas”. Decae lo intelectual, no solo en la iglesia. Mi
Guatemala asiste al decaimiento de la política nacional. Más aún, después de la
clase de payasos y abortos de políticos que hemos tenido. Con precandidatos que
violan la ley. Que se atreven a retarle y que miran sicarios y atentados por
doquier.
¿Cuándo pensaremos con humildad?
¿Cuándo dejaremos de ver los intereses personales para ver por la nación? A mi
parecer todo en este mundo, desde hace unos diez o doce años, es una eterna
agonía. Un espiral de destrucción que en Guatemala tiene como bestia
apocalíptica a Maldizión y sus papeles de apoyo. El gesto de Benedicto es
extraordinario, me demuestra que en este año de la fe, hay que seguir ese
camino de esperanza y espinas, el camino de Cristo, ese vía crucis que es ser
Católico. Abandona el trono de la Iglesia, abandona el poder con la facilidad
de encontrarse mejor en otro lugar, de no aferrarse a ese poder. Dios nos ha
hablado en estos días, con la misma fuerza en la que hablaba en el Antiguo
Testamento. Hay que servir, hay que servir para ser el primero. El Papa Emérito
de Roma, Benedicto XVI, sirvió hasta donde sus fuerzas le apoyaron. Deja una
iglesia con problemas, es cierto. Pero deja una barca que se mantiene con fe.
Prueba de ello. La repercusión que ha tenido esta noticia. Estoy seguro que en algún
momento, Benedicto escuchó al oído la voz de Jesús preguntándole: “Pedro ¿Me
amas?”. En silencio su Santidad quizás sintió lo que Pedro ante el Señor
resucitado aquella mañana mientras el Maestro cocinaba los peces. En silencio
respondió: “Si Señor, tu sabes que te amo”. Para luego mirar a la Iglesia y
decidir que es tiempo de un nuevo
comienzo, como ha sido cada nuevo Papa.
“Seré simplemente un peregrino
que inicia la última etapa de su peregrinaje en esta tierra. Pero quisiera aún,
con mi corazón, con mi amor, con mi oración, con mi reflexión, con todas mis
fuerzas interiores, trabajar por el bien común de la Iglesia y de la
humanidad”. Al igual que usted Santidad. Todos somos peregrinos
que inician cada día la última etapa de su peregrinaje.
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