En
estos días, después de la Semana Santa y las anécdotas que espero contarles en
los próximamente, he contemplado con asombro el dolor tan latente de
Guatemala. Siempre he pensado que nuestro país debería de celebrar tres fechas
a lo grande, pues las mismas nos hacen ser Guatemala, nos hacen vivir. Por orden del calendario gregoriano, creo que
el 21 de marzo debe recordarse todos los años, por el gesto de un hombre que
fue llamado “caudillo”, para los quetzaltecos representa un mal recuerdo pues
en dos ocasiones silenció y mutiló los sueños del Estado de Los Altos. Rafael
Carrera y Turcios. El “caudillo adorado de los pueblos” el famoso “Racaraca”, este hombre conservador híbrido
con tintes liberales, funda la República de Guatemala. Dándonos una nación,
antes de eso éramos en opinión personal un híbrido entre Estado de la
Federación Centro América y tierra de nadie. En fin, apuremos el paso. En
Septiembre de igual forma, el 15 del citado mes, debe ser un día especial en
Guatemala, con marimba cohetillos y desfiles, pero no esas huelgas desordenadas
y sin sentido, esas grandes marchas de mercado que se dan en Xela, eso no puede
ser llamado desfile; es un gran carnaval de bandas escolares que ayudando a la
identidad del país van ejecutando las notas musicales de artistas caribeños,
mexicanos; sí querido lector, en vez de engalanar a la patria, toman la
gasolina de Daddy Yankee y la meten en su repertorio musical. Por último en
diciembre, quizás la fecha más actual,
la firma de la paz. El 29 de diciembre de 1996 se firma en el Palacio Nacional
el tratado de paz firme y duradera, que terminó con un conflicto armado de 36
años que nos ha dejado grandes herencias.
La
herencia más importante es la gran cantidad de heridas sin sanar, todos esos
testimonios que en estos días están saliendo de nuevo a la luz, con la gran
novedad de que son delante de un tribunal y que en el banquillo se encuentra
José Efraín Ríos Montt. Por mucho que duela admitir, el octogenario general es
una de las figuras políticas más importantes en los últimos 30 años de vida
guatemalteca. Se le está juzgando por genocidio, por las matanzas en el norte
del Quiché. Tan grande es este juicio que los principales diarios del mundo lo están
siguiendo. Este juicio es muy importante y necesario de realizar, espero una
condena en contra del general en donde se le castigue por esos crímenes, el más
horrendo de ellos, quizás sea el de las personas desaparecidas, mismas que
tienen familiares que pasan aún fecha de hoy sufriendo por el recuerdo de sus
seres desaparecidos. Espero una condena, en serio. Pero me temo que el juicio está
abriendo heridas muy profundas. Mismas que quizás eran mejor dejarlas
cicatrizar. Por el bien de la justicia, espero de igual forma ver al lado
contrario, a los famosos guerrilleros, sentados en el banquillo de la sala de
vistas de la Corte Suprema de Justicia. Están en silencio contemplando como los
militares no pueden defenderse. Pero espero en serio verlos sentados allí, por
los puentes destruidos, las torres de electricidad derrumbadas, por los
secuestros de gente inocente, pero sobre por todos los muertos que al igual que
los militares llevan en sus manos.
Además de la bomba que colocaron e hicieron explotar enfrente del Palacio
Nacional. Es cierto, eran tiempos diferentes y estaban en guerra, dirán muchas
personas. Pero si en Guatemala existe justicia, yo quiero ver a los
guerrilleros sentados ahí, respondiendo.
Las generaciones
guatemaltecas nacidas después de la década sangrienta de los ochenta, en los
últimos suspiros de un siglo altamente convulso para nuestra patria y nuestro
mundo, quizás al leer el párrafo del considerando constitucional, parte de
nuestra Constitución Política, en nuestra ignorante y atrevida juventud, no
valoramos cada una de estas palabras, que consagran años de lucha, de lágrimas,
de muerte. No se les da la importancia que deberían de tener, no solo por ser
el preámbulo de la ley suprema, sino porque en cierta manera, en esas líneas se
resume con una maestría clarividente, el sentimiento del pueblo guatemalteco,
hastiado de violencia, de muerte y de confrontación, pero sobre todo abatido
por no poder ser libre. La historia de la Constitución de 1985, es una historia
que marca el inicio de un final feliz. Inicio de una era democrática, que mal
que mal se mantiene ya 26 años después, y es el final de un conflicto, un
derramamiento de sangre de más de tres décadas. Muchos consideran que el 29 de
diciembre de 1996 se firmó la paz. Pero la verdad es otra, la Constitución
sobre la cual se refunda el país en 1985, es el acuerdo común del pueblo, es la
voluntad de la gente que se unió para poder soñar un mejor mañana y hacerlo
realidad. “Nosotros”, es el pronombre utilizado por los constituyentes a la
hora de redactar el preámbulo y es el “Nosotros” el pronombre que leemos en
cada Constitución que hay en el país, en sus distintas presentaciones y en nuestros
distintos mundos. Nosotros el pueblo de Guatemala, sabemos soñar.
Ante
la historia del país solo puede caber el asombro, en lo personal, es
enternecedor ver como ante tanta muerte, ante tanto odio y destrucción, siempre ha estado la esperanza
y el sueño de un mañana mejor. Mi generación, los nacidos en la década de los
90, debemos saber que tenemos una misión
muy importante. La misma es conocer la historia, investigarnos, entender los
hechos, encontrar la verdad, pero lo más importante de todo, perdonar. Debemos
conciliar y sanar heridas por medio del perdón, para que reine entre nosotros el amor y la tolerancia. Sé que es
muy difícil pero ese es el papel que debemos jugar los jóvenes, encontrar la
verdad, perdonar, soñar y luego construir. La unidad del país es necesaria para
poder subsanar los grandes males de la patria. No estamos hablando de
guerrilleros, militares, capitalistas o comunistas; hablamos de Guatemala y
debemos recordar que NOSOTROS somos Guatemala. Considero que la sangre de los mártires
derramada en las montañas y en las fosas comunes. Que aquellos pensadores, esos
grandes intelectuales de la patria, que cayeron en los bandos, sacrificaron su
vida por un mañana mejor. DEMOCRACIA, poder del pueblo. Unión.
Hay
que esperar el resultado del juicio. Pero nosotros los chapines, los cobaneros,
los chivos, los retaltecos, todos nosotros, debemos recordar que somos
Guatemala. Esos recuerdos oscuros están ahí, gritando aún, quieren sanar. Pero
debemos ir nosotros a perdonar, en unión. De lo contrario, creo que vamos a una
nueva lucha social. Estamos hablando del futuro de la nación, una que no tiene
un proyecto de nación como tal, un país que tiene grandes ventajas. Pero ante
el odio no se puede avanzar. La libertad de nuestra patria radica en el perdón,
para poder, como dijo el poeta guerrillero, acompañar a nuestra nación: “Vamos
patria a caminar, yo te acompaño”. Unión e identidad, es lo que considero que
la falta a nuestro país, dinero tenemos, vean lo robos millonarios de Portillo y Colom, seguimos de
pie. Produce bastante dinero el país. Entonces, solo falta voluntad de unirnos
y podremos salir adelante.
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