Las crónicas nos cuentan que se reunieron por el tercer centenario de
la muerte de Luis de Góngora, fue en 1927 y fue en el Ateneo de Sevilla. Fueron
un grupo de personas que se unieron a una celebración que fue la excusa de la
libertad. En el desarrollo de este discurso, haremos una mirada a la niña de
los del ’27, la poesía; y es que en estos hombres y mujeres resonaban aquellos
versos de Góngora: “La más bella niña /
de nuestro lugar, / hoy viuda y sola / y ayer por casar, / viendo que sus ojos
/ a la guerra van, / a su madre dice, / que escucha su mal: // dejadme llorar /
orillas del mar.”
“Orillas
del mar…” inmenso y soberbio, un mar que fue sacudido por una tormenta de
ideas, de pensamientos, de realidades, de palabras… una tormenta de poesía que
fue bautizada, generación del ’27.
Quisiera hacer justicia para poder englobar en
estas palabras, toda la magia que estos poetas desataron. Un giro impresionante
a las letras mundiales. Ideas y sueños de libertad. Como veremos más adelante,
fue una generación truncada, por la guerra civil española.
“Pasan las
aguas por el cauce, / y no terminan de pasar; / más si de un agua no bebimos /
nunca aquel agua tornará. // Y mientras corre el tiempo y llega / la hora feliz
que imaginemos, / se va la vida, huyendo siempre, / cual se va el agua entre
las manos…// Gocemos hasta marchitarlas / todas las flores del camino, / ya que
el dolor jamás perdona / ni un paso de
nuestro destino”. Góngora
fue la excusa de la reunión, en él vieron un poeta clásico pero divertido y contemporáneo.
Se buscaba quizás reivindicar al poeta rival de Quevedo. Pero como digo solo
fue la excusa. Los versos anteriores, son la
“Invitación a la vida” que nos
hace Rafael Laffon, para iniciar nuestro camino, en el camino de Machado,
camino que se hace al andar.
La riqueza de la generación fue gracias a las ideas de sus integrantes. Pero además
de eso, estos hombres y mujeres tan cercanos a las vanguardias, quizás pensaron
en experimentar. Al igual que los versos de Laffon, la generación fue una invitación
a la vida. Teniendo como punto el naciente cine, el proyector de imagen que
congelaba la vida. La imagen dejó de ser estática, se movía, se fijaba. Los
poetas observaban todos los detalles, todo rompía moldes. Lo cotidiano se volvió poesía. La técnica
también es arte. Son los ojos del artista, del poeta los que cambian al mundo.
Lo transforman y lo consagran a la eternidad en sus letras. Fue un suspiro de
libertad, en una España que no tendría alas para volar en los años venideros.
Además de vivir la libertad, los del ’27 idearon un nuevo tipo de sociedad. Más
justa y libre. Y empezaron a transformarla por la educación. Pero… ¿Quiénes son
los del ’27?
De las estrellas nacieron Vicente Alexandre,
Gerardo Diego, Manuel Altoaguirre, Dámaso Alonso, García Lorca, un tal Jorge
Guillen, un menos conocido Emilio Prados; Luis Cernuda y Rafael Alberti, Pedro
Salinas y no hay que olvidar ni a Miguel Hernández y a Salvador Dalí.
Pero la generación del ’27 es englobada
solamente a la poesía, hay que hacer la mención que no. Los del ’27 no solo
fueron los citados anteriormente, es una lista larga de poetas y poetisas, que
no solo se quedaron en el universo literario, al igual que Dalí algunos de
ellos fueron pintores, otros fueron músicos, un par más fueron cineastas, un
caricaturista que también fue animador y hay que decir que hasta un torero
llegó. De igual forma no hay que verlos solo en Madrid, también estuvieron en
Málaga, Cataluña, Canarias, Galicia y Cantabria. Es por ende que fue un grupo
generacional de alcance nacional. Pero se me hace imposible en este ensayo
hacer un paseo por cada uno de ellos y en cada una de sus ramas. Por eso
zapatero a tus zapatos que la poesía nos espera.
“Cuando era
primavera en España: / frente al mar los espejos / rompían sus barandillas / y
el jazmín agrandaba / su diminuta estrella / hasta cumplir el límite / de su
aroma en la noche… / ¡Cuando era primavera!...” Emilio Prados nos enseña la esperanza del
grupo, al recordar los tiempos buenos, parecía que estos poetas tenían ojos de
vidente, pues la guerra civil se asomaba en el horizonte. “Cuando era primavera en España: / junto a la orilla de los ríos / las
grandes mariposas de la luna / fecundaban los cuerpos desnudos de las
muchachas, / y los nardos crecían silenciosos / dentro del corazón / hasta
taparnos la garganta… / ¡Cuando era primavera!” La libertad estaba presente
para ellos, en las mariposas del verso anterior, en las mariposas de Dalí en
los molinos. Y en un fragmento más se observa una idea más de la generación. La
igualdad: “Cuando era primavera en
España: / todos los hombres desnudaban su muerte / y se tendían juntos sobre la
tierra / hasta olvidarse el tiempo / y el corazón tan débil por el que ardían…
/ ¡Cuando era primavera!”. Prados nos muestra la característica melancolía
poética, pero la funde con un ideal, nos regala este poema, lleno de esperanza
y de soledad.
“La luna
vino a la fragua / con su polisón de nardos. / El niño la mira mira. / El niño
la está mirando”. Con su “Romance de
la luna”, aparece un titán encadenado. Federico García Lorca aparece en las
letras de este ensayo. “En el aire
conmovido / mueve la luna sus brazos / y enseña, lúbrica y pura, / sus senos de
duro estaño”. Lorca ha sido objeto de innumerables anécdotas y misterios.
Hasta el día de hoy es un misterio en donde está enterrado. Es quizás una de
las bajas más sensibles de la generación en la guerra y la tiranía posterior. “Huye luna, luna, luna / que ya siento sus
caballos. / Niño déjame, no pises, / mi blancor almidonado”. Lorca que ha
tenido hasta fama de poeta vidente, con el poder de ver muertos e inclusive en
alguno que otro poema, poder predecir su muerte. En su poema “Despedida”, el cual disfrutaremos a
continuación, el poeta hace una mención a la vista de la vida desde la muerte,
es cuestión de cada sensibilidad literaria juzgar una despedida de Lorca, una
de tantas: “Si muero, / dejad el balcón
abierto. // El niño come naranjas / (Desde mi balcón lo veo.) // El segador
siega el trigo. / (Desde mi balcón lo siento). // ¡Si muero, / dejad el balcón
abierto!”. Aunque a criterio de muchos literatos y estudiosos. Lorca es
mucho más grande en el teatro que en la poesía. Cabe resaltar que este año pude
presenciar “La casa de Bernarda Alba”, obra impresionante, extraordinaria,
después de verla he llegado a una conclusión. Todos esos personajes son Lorca
de una manera u otra. Todos son un reflejo de algún sueño que el poeta tuvo. Algún sueño que murió junto a él.
“Para
la libertad sangro, lucho, pervivo. / Para la libertad, mis ojos y mis manos, /
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos”. Nuevamente vemos, el grito de libertad. Ese ideal que ha dejado tanta muerte, pero que ha brindado tanta vida. Vivir por un ideal es quizás lo mejor que le puede pasar a una persona. Una convicción, una gran fuerza que nos hace morir para vivir. Un joven Miguel Hernández, escribió: “Para la libertad siento más corazones / que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas, / y entro en los hospitales, y entro en los algodones como en las azucenas”. Aunque muchos le consideran parte de la generación del ’36, Miguel Hernández, quien murió joven, a los 31 años fue un poeta y dramaturgo que impacto y golpeo fuerte con sus letras. “Para la libertad me desprendo a balazos / de los que han revolcado su estatua por el lodo. / Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, / de mi casa, de todo”. Miguel Hernández murió el 28 de marzo de 1942, en la prisión, en la enfermería y enfermo. Uso la literatura como un arma, en donde reclamo y lucho por sus ideales y por la libertad. “Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, / ella pondrá dos piedras de futura mirada / y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la carne talada”. Hasta el gran Pablo Neruda luchó por la libertad de Hernández; Dámaso Alonso calificó a este poeta como un epígono extraordinario de la generación del ’27. “Retoñarán aladas de savia sin otoño / reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. / Porque soy como el árbol talado, que retoño: / porque aún tengo la vida”. En la obra poética de Miguel Hernández, vemos algo que es característico de esta generación, la esperanza y la oscuridad. La ilusión y la tristeza. La humanidad misma.
doy a los cirujanos”. Nuevamente vemos, el grito de libertad. Ese ideal que ha dejado tanta muerte, pero que ha brindado tanta vida. Vivir por un ideal es quizás lo mejor que le puede pasar a una persona. Una convicción, una gran fuerza que nos hace morir para vivir. Un joven Miguel Hernández, escribió: “Para la libertad siento más corazones / que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas, / y entro en los hospitales, y entro en los algodones como en las azucenas”. Aunque muchos le consideran parte de la generación del ’36, Miguel Hernández, quien murió joven, a los 31 años fue un poeta y dramaturgo que impacto y golpeo fuerte con sus letras. “Para la libertad me desprendo a balazos / de los que han revolcado su estatua por el lodo. / Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, / de mi casa, de todo”. Miguel Hernández murió el 28 de marzo de 1942, en la prisión, en la enfermería y enfermo. Uso la literatura como un arma, en donde reclamo y lucho por sus ideales y por la libertad. “Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, / ella pondrá dos piedras de futura mirada / y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la carne talada”. Hasta el gran Pablo Neruda luchó por la libertad de Hernández; Dámaso Alonso calificó a este poeta como un epígono extraordinario de la generación del ’27. “Retoñarán aladas de savia sin otoño / reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. / Porque soy como el árbol talado, que retoño: / porque aún tengo la vida”. En la obra poética de Miguel Hernández, vemos algo que es característico de esta generación, la esperanza y la oscuridad. La ilusión y la tristeza. La humanidad misma.
“Donde habite el olvido, /
en los vastos jardines sin aurora; / donde yo solo sea / memoria de una piedra
sepultada entre ortigas / sobre la cual el viento escapa a sus insomnios”.
Creo firmemente en que los que nos hemos consagrado a esta vida injusta de las
letras, les debemos a los del ’27 la libertad extraordinaria que hoy en día
gozamos. Aunque siempre depende de la astucia del escritor para no llegar al
olvido. “Donde mi nombre deje / al cuerpo
que designa en brazos de los siglos, / donde el deseo no exista. // En esa gran
región donde el amor, ángel terrible, / no esconda como acero / en mi pecho su
ala, / sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento”. Luis
Cernuda es otro poeta exponente del ’27. Creador de este bello poema. Pero los
del ’27 no viven ahí en el olvido. Las letras siempre voltean a ellos, como
ellos voltearon al pasado, a Góngora. “Allá,
allá lejos; / donde habite el olvido”.
Este grupo de gente se reunió para dar un homenaje a un poeta
extraordinario. Naciendo de aquella intención un grupo de animadores, de
genios. Góngora fue la lámpara mágica de la literatura, el detonante, la excusa
perfecta para trabajar unidos el sueño eterno de la literatura. En lo personal
me he apasionado tanto y aprendido de estos, pero quiero terminar con Rafael
Alberti: “Si mi voz muriera en tierra /
llevadla al nivel del mar / y dejadla en la ribera. /Llevadla al nivel del
mar / y nombradla capitana de un blanco
bajel de guerra. // ¡Oh mi voz condecorada / con la insignia marinera: / sobre
el corazón un ancla / y sobre el ancla una estrella / y sobre la estrella el
viento / y sobre el viento la vela!”
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