La vida es quizás uno de los más grandes
misterios del universo, la gran diferencia con
la muerte (otro de los más grandes enigmas de nuestro espacio), es que
la vamos descubriendo a medida en que vamos viviendo. A lo ancho del planeta
tierra, de las distintas civilizaciones, podremos encontrar diversas
manifestaciones de la vida. Quizás la más importante de ellas es la literatura,
misma que va desde el teatro, poesía, novela y
ensayos. El gran maestro antigüeño Luis Cardoza y Aragón decía: “La poesía es la única prueba concreta de la
existencia del hombre”. Rafael Lapesa, en un capítulo de su obra
“Introducción a los estudios literarios”, hace mención de lo que la palabra
poesía encierra: “…En su sentido actual
amplio, poesía coincide en muchos aspectos con el termino literatura, mismo que
proviene del latín litterae, que quiere decir letras; mismo que designa al arte
de la palabra”. Carmen Conde escritora española, mencionaba: “La poesía es el sentimiento que le sobra al
corazón y te sale por la mano”. Un poema es una obra literaria. Rafael Lapesa menciona a la
obra literaria como la creación artística expresada en palabras, aun cuando no
se haya escrito ni propagado de boca en boca. La literatura fue parida en el
mismo momento en que el Adán bíblico piso la tierra por primera vez.
Recuerdo mi primer contacto con la literatura,
fue un libro escrito creo, por un quetzalteco, “Barbuchín”; un pequeño libro de
relatos cortos para niños que buscaban darle al pequeño preceptos morales y
alimentar su imaginación, aunque recuerdo que el cuento de “Cascabel” siempre
me dio miedo, pues sufro de una fobia infantil hacia los payasos. Mi contacto
con la literatura siguió a lo largo de mi vida, quizás lo que más me encantaba
leer eran los libros de historia que pude conocer cuando llegue a sexto
primaria. En el año 2004 mi vida cambio rotundamente. Recuerdo cuando ingrese
al cuarto de mis padres, pues mi madre había mandado a por mí. Después de
escuchar algunas peticiones de ella, pude ver en la mesa de noche un libro,
nuevo, todavía envuelto en el plástico de la tienda. El libro se llamaba “La
fiesta del chivo” de Mario Vargas Llosa. A mis catorce años observe con recelo y mucho
prejuicio aquel libro que me llamaba la atención por el diseño de la portada,
quien me diría que fue el libro que cambio mi vida.
A duras fuerzas y con tristeza debo admitir, leí
aquel libro en un mes, dejando al final de mi lectura, la clara afirmación de
que yo era un gran ignorante en diversos y demasiados detalles. La maestría
narrativa de Vargas Llosa, quizás en uno de los mejores libros que ha escrito,
me dejo sin mayor deseo, que mejorar día a día y leer. Quizás hoy, casi diez
años después de aquella tarde mágica, puedo entender la importancia que tuvo el
descubrimiento de la literatura que considero como arte, a mis catorce años. En
mi proceso educativo, no leí los clásicos literarios y siempre fui el mejor de
la clase en literatura, por el simple hecho de que leía y tenía una oratoria
mejor que la de nadie en la institución. Fue en el año 2009 en que realmente
descubrí mi vocación literaria y abrace a Vargas Llosa como un referente de mi
literatura. Respecto al suceso con “La Fiesta del Chivo”, considero las
palabras de Ralph Waldon Emerson: “En
muchas ocasiones la lectura de un libro ha hecho la fortuna de un hombre,
decidiendo el curso de su vida”. Coincido
con Vargas Llosa, en que aprender a leer ha sido lo más importante en mi vida.
Paul Auster, decía: “Los escritores somos seres heridos, por eso creamos otra realidad”. Estas
palabras puedan darme paso al siguiente momento en mi vida literaria. Escribir.
El amor es una situación muy complicada que
cuando sale mal, puede llegar a destruir una forma de existir, un modo de
pensar, cambia radicalmente a las personas. La derrota de un corazón, conlleva
una guerra sangrienta, un momento de silencio, un renacer de las cenizas y un
futuro incierto, pero hermoso. Decidí
escribir por el hecho de que la realidad donde vivía no me gustaba. Fue por eso
que nacieron los primeros poemas desgarradores de amor.
Rafael Lapesa menciona aspectos literarios,
preceptos para criticar poesía, cuentos y novelas. Al leer al lingüista Lapesa,
caigo en la cuenta de la ingenuidad que tenían mis versos. He tomado mi vida
personal, porque en base a la lectura de Lapesa, junto a la de Bloom y los
grandes maestros literarios que he visto, llego a la conclusión, de que si
empecé a escribir, a sufrir con la literatura como uno de mis más grandes
amores, fue porque quizás la vida me destino para eso.
Al hacer una lectura de diversos autores, puedo
llegar a una conclusión, la literatura es un escape de nuestra realidad. Nos
hace soñar, pensar y desear un mundo mejor, quizás la literatura tiene más
mártires que la misma iglesia católica. Muriendo por defender sus ideales, sus
pensamientos, sus corazones, sus versos, sus historias; defendiendo su libertad
y alzando la pluma en contra de la realidad que hoy enfrentamos, tan dura, tan
cruel y tan desesperanzadora como la del pasado.
¿Cuántos no hemos sufrido al lado de Florentino
Ariza, mientras esperaba por más de 50 años a Fermina Daza? ¿Quiénes no se han
quedado en silencio al descubrir que el padre de Zabala era el amante de
Ambrosio? ¿Cuántos no han calificado de profeta a Borges por meter el mundo en
un solo espacio? ¿Cuántos hemos caminado por Macondo? La literatura nos hace
estremecernos, nos hace ver la vida de otro modo, nos hace vivir diferente.
¿Quiénes no se han enternecido con: “No me mueve mi Dios para quererte?”. Los
versos de Góngora, Garcilaso; los reclamos de Sor Juana, la pasión de Becker.
El olvido oceánico de Neruda. El Dios tan presente en los versos de la Mistral.
La realidad se nos escapa de las manos, el
realismo duro de los rusos emerge como una estrella clara en la oscura Siberia.
Ana Karenina. Los fantasmas de las navidades asoman por las calles de nuestra
vida, todos conocemos un señor Scrooge. Extraordinarios duelos entre Saramago y
Dios. Entre Góngora y Quevedo.
Apasionados versos y diálogos, en Romeo y Julieta, mientras al otro lado
del charco, nos pudrimos con el amor en tiempos del cólera. Camus y su
existencialismo que viene a confrontar nuestra realidad. Asturias y sus
leyendas tan indígenas, tan ladinas, tan guatemaltecas. Las líneas de las manos
de Cardoza y Aragón. Y la ironía
magistral de Tito Monterroso y sus fabulas.
La literatura permitió a Cervantes introducir a
toda la humanidad en dos queridos personajes, un idealista Quijote y un
realista Sancho. ¿Quién por su doncella no ha visto dragones en el cielo,
cuando son solamente barriletes? A lo largo de la literatura se ven temas
redundantes en diferentes épocas, con diferentes enfoques. Vida, tiempo, amor,
muerte, misterio, política, religión, rebeldía, futuro y pasado unidos en el
presente. En la literatura se ve nuestra vida.
Por la literatura se ha podido viajar en el tiempo, escuchar lo que dijo Cristo, leer
lo que ha leído la mayoría de los emperadores romanos. Conocer como se
reconquisto España. La historia mentida de nuestra conquista y los inicios
coloniales del continente. Leer los pensamientos de los hombres de distintas
épocas, que siguen vigentes como el fin de Maquiavelo. La inmortalidad no se
alcanza viviendo para siempre, creo que esta pasa, por la simple regla, de que
alguien nos resucita, cada vez que lee nuestras palabras. Yo por ejemplo, aun
siento vivo a Miguel Ángel Asturias, Allan Poe, Dickens y Tolstoi. Saramago
sigue siendo el mismo viejo acido que me espera con una taza de café y un par
de shecas, mientras me muestra “Todos los nombres” para conocer el amor.
Rafael Lapesa y
Harold Bloom son extraordinarios críticos y estudiosos de la literatura.
Sin embargo me atrevo a decir que la crítica en algunos momentos llega a
destruir la belleza de la obra literaria. Desnuda a la musa, la contempla, la
humilla, la viola y la hace suya, luego cual ramera apocalíptica la deja tirada
y deja unas palabras escritas que duran más a veces que los mismos halagos.
Prefiero quedarme con la crítica de John Keating, personaje emblemático del
“Club de los poetas muertos”, magistralmente interpretado por Robin Williams.
La crítica destruye, en la literatura no puede construir, pues todos los seres
humanos tenemos diversas formas de recibir, percibir, de mamar la literatura y
entenderla a nuestro modo. La pasión por la lectura debe ser convertida en un
remolino de fuego que devore los corazones, cual pentecostés cristiano, un buen
libro nos debe revelar de mejor manera el mundo. Deseo concluir mencionando que
la literatura es vida. Debe ser vida. Nos hace vivir, nos hace volvernos
humanos. Nos hace saber que estamos acá, en un mundo que nos trata mal, que nos
enamora con celajes y versos, con paisajes y novelas, con mujeres y ron.
Mientras usamos a la literatura como escape para vivir.
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